MÉXICO.- “Hemos descubierto que los hombres que pagan por sexo comparten ciertas características clave con los hombres en riesgo de cometer una agresión de índole sexual”, afirma el profesor Neil Malamuth, co-autor de un estudio publicado por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en el Journal of Interpresonal Violence.
Según esta investigación, el hombre capaz de pagar por compañía siente menos empatía por la prostituta, a la que ven como “intrínsecamente diferente a otras mujeres”, por lo que podría llegar a violarla o a cometer otro tipo de actos violentos. No es el primer trabajo académico que asocia el fenómeno de la falta de conexión, de reconocimiento de la mujer, con la violencia sexual.
Perfil de riesgo
Entre los casos utilizados para el estudio, se concluyó que “tanto los hombres que pagan por sexo como los que no lo hacen tienen de todo modos una preferencia por el sexo impersonal, temor a ser rechazados y una identificación hostil de lo masculino”, agrega el profesor Malamuth, que hace más de tres décadas viene estudiando los factores de riesgo que puede llevar a la agresión sexual.
Su Modelo de Confluencia caracteriza a los hombres que tiene más riesgo de cometer una violación, apoyándose en factores claves como comportamiento antisocial, personalidad narcisista, deseos de poder y control por sobre las mujeres, y una concepción del sexo más “como un deporte que como una relación íntima”.
Una opción polémica
El debate sobre si la prostitución es un trabajo que se ejerza por elección o –de cualquier manera– una forma de abuso tiene su tiempo no solo en los círculos académicos, sino también en los políticos. Todos los países que legalizaron o regularon (o están en planes de legalizar) la oferta sexual entienden que la mujer puede elegir libremente venderse.
Este estudio servirá, en todo caso, para apoyar la visión exactamente contraria, mostrando a la trabajadora sexual como una potencial víctima, aún cuando haya elegido libremente ese estilo de vida.
“Tenemos la esperanza de que este estudio sirva para por tierra con el mito de que los hombres que compran sexo son chicos buenos con frustraciones sexuales”, afirma Melissa Farley, también co-autora del trabajo, “De todos modos, considerando los altos niveles de agresividad sexual encontrados en hombres que pagan por sexo, se debería promover una legislación más progresista, como las hay en Suecia o Noruega, donde se entiende que la prostitución es un crimen que depreda a las mujeres de sectores étnicos y económicos marginales. El modelo nórdico penaliza a los compradores, pero despenaliza a los que ejercen y les ofrece servicios sociales para salir de ese mundo”.
INFOBAE.-