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El espejismo del renacimiento: Narrativa del Retroceso Maya

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MÉRIDA, Yucatán, martes 30/12/2025.- La política, en su acepción más noble, es el arte de la responsabilidad y la conducción del destino común hacia puertos de mayor bienestar. Sin embargo, lo que hoy atestiguamos en Yucatán dista mucho de esa visión. A un año de haber iniciado el ciclo de la actual administración, el pomposo término de “Renacimiento Maya” se revela no como una etapa de esplendor, sino como una narrativa de involución marcada por la frivolidad en el mando y una preocupante erosión de nuestras instituciones.

Es imperativo reflexionar sobre el rumbo que ha tomado el estado. Mientras la titularidad del Ejecutivo parece hallar refugio en la música—privilegiando la imagen lúdica en redes sociales sobre el rigor del despacho público—, Yucatán enfrenta crisis que no se resuelven con acordes, sino con oficio.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, escribió el gran Serrat: nos encontramos ante un freno económico sin precedentes que ha desmantelado años de crecimiento sostenido. Esta parálisis no es fortuita; es la consecuencia directa de una gestión económica errática e inexperta, ejemplificada en funcionarios que, lejos de tender puentes con los sectores productivos, protagonizan episodios de prepotencia y desconexión social, como el desafortunado estigma que hoy cae sobre miembros del gabinete estatal.

La sensibilidad social, otrora valor fundamental de nuestra convivencia, ha sido sustituida por el autoritarismo. Resulta inadmisible para la tradición democrática yucateca que la respuesta a las demandas legítimas de maestros y mujeres sea la represión mediante el uso de gases; es una afrenta que despoja al gobierno de cualquier autoridad moral. A este escenario de cerrazón se suma la traición a la confianza de los burócratas estatales, a quienes se les prometió la restitución de sus derechos en el ISSTEY solo para ser víctimas de un engaño que hoy vulnera su seguridad social y su futuro.

El deterioro es sistémico y recorre toda la geografía estatal. Lo vemos en la desatención a la salud pública, con una epidemia de dengue que asfixia a los municipios ante la ausencia de campañas de fumigación básicas; en la amenaza fitosanitaria del gusano barrenador que pone en jaque a nuestra ganadería; y en el ecocidio silencioso que las dragas perpetran en nuestro lecho marino bajo el amparo de la opacidad. Incluso proyectos de relativo éxito, como el sistema de transporte Va y Ven, hoy languidecen entre la falta de mantenimiento y una administración que prefiere el discurso de la “herencia maldita” antes que asumir la responsabilidad de su propio presente.

Gobernar es un acto de humildad y servicio, no de ostentación. La contradicción es lacerante: un gobierno que predica austeridad pero se desplaza en vehículos de lujo; un gobernante que se resguarda bajo paraguas sostenidos por escoltas mientras obliga a la ciudadanía a padecer la lluvia para escuchar sus arengas; una administración que impone cargas fiscales a la nómina y aumenta el pasaje del transporte público, castigando directamente a la clase trabajadora que es el motor de nuestra economía.

Yucatán no merece la improvisación ni el retorno de prácticas de corrupción institucionalizada y extorsión que hoy empañan el clima de negocios. Desde la trinchera que nos corresponde, exigimos una rectificación de fondo. El estado demanda seriedad, respeto a la ley y, sobre todo, un gobierno que deje a un lado la propaganda y el eslogan para comenzar a escuchar, de verdad, el reclamo de un pueblo que no quiere espejismos, sino resultados.- Gaspar Quintal Parra.