ALEMANIA.-Cuando el 26 de enero pasado, Alexis Tsipras juró como nuevo primer ministro griego, varias interrogantes oscurecieron el horizonte de Europa y que ha hecho temer por la estabilidad de la Unión Europea y, más importante aún, por la frágil cohesión de la zona euro. El nuevo jefe de gobierno griego cumpliría con lo prometido durante la campaña electoral y anularía todos los compromisos adquiridos por sus antecesores en el cargo para poner orden en las finanzas públicas? ¿Se acercaba la temida salida de Grecia de la zona euro y cómo reaccionaría Alemania ante los insultos y amenazas que llegaban de Atenas y que culpaban a la canciller Angela Merkel de ser la causante de todos sus males?
En los dos últimos meses, Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, utilizaron todas las tribunas a su alcance para reafirmar las promesas formuladas durante la campaña y echar más leña al fuego en su peculiar guerra verbal con Alemania. El periódico Avgi, portavoz oficioso de Syriza, el partido que dirige Tsipras fue un poco más lejos y publicó, el 12 de febrero pasado, una caricatura de Wolfgang Schäuble, el poderoso ministro de Finanzas alemán, vestido con un uniforme de la Wehrmacht, dirigiéndose a los griegos. “Queremos hacer jabón de vuestra grasa y estamos dispuestos a discutir qué tipo de fertilizantes vamos a hacer a partir de vuestras cenizas”.
Tsipras y su aguerrido ministro de Finanzas no tuvieron mucho éxito en convencer a sus pares europeos para obtener un nuevo periodo de gracia y menos, para lograr una quita de la deuda griega. La respuesta que escucharon para sus peticiones fue categórica. Grecia tenía que cumplir con sus obligaciones si deseaba seguir contando con la ayuda comunitaria. Con respecto a su enfrentamiento con Alemania, el primer ministro griego cosechó indiferencia y su ministro de Finanzas fue catalogado por su colega alemán, como “ingenuo” y tuvo que aceptar un severo reproche. “Sólo Grecia puede decidir qué va a ocurrir. Como no sabemos qué están haciendo los que están al mando, no podemos descartarlo”, dijo Schäuble, al referirse a la posibilidad de que Grecia tuviera que dejar el euro por accidente.
Cuando estalló la crisis del euro hace cinco años en Grecia y que hizo temer que la zona euro podría llegar a su fin, la canciller Angela Merkel tomó dos decisiones que lograron alejar el peligro. En un tono categórico y que no admitía discusiones dijo que el país heleno debía seguir perteneciendo a la zona euro y, al mismo tiempo, impuso una rígida política de ahorro fiscal a sus socios, una medida que aún sigue vigente.
Cinco años después, Merkel sigue repitiendo una frase que se ha convertido en el alfa y omega de su política europea: “Si fracasa el euro, fracasa Europa”. Ante el peligro de que Grecia opte por abandonar la moneda común, la canciller decidió recurrir a la diplomacia para evitar la tragedia. Hace dos semana, tomó el teléfono e invito a su enemigo político a Berlín.
El lunes pasado, Merkel, la mujer más poderosa de Europa, y Tsipras, un joven político radical de izquierda, protagonizaron un
inédito espectáculo mediático que acaparó la atención de medio continente, a causa de una furiosa batalla verbal que ha envenenado las relaciones entre Alemania y Grecia, desde que el nuevo gobierno heleno asumió el poder e iniciara un ataque frontal contra la política de ahorro fiscal que impuso Merkel a sus socios europeos que integran la zona euro.
El encuentro, que tuvo lugar en la moderna sede del gobierno germano en Berlín, se inició con una pequeña primicia protocolaria que no asombró a la canciller. Por primera vez, un jefe de gobierno europeo recibió los tradicionales honores militares y desfiló ante la guardia de honor con el cuello de la camisa sin abrochar y sin corbata.
Pero la verdadera sorpresa llegó cuando los dos políticos se enfrentaron ante más de un centenar de periodistas, que acudieron a la rueda de prensa para ser testigos de lo que esperaban sería un nuevo duelo verbal, repleto de recriminaciones por parte de Tsipras y de amenazas categóricas por parte de la canciller.
Nada de eso sucedió y, tanto Merkel como Tsipras se esforzaron para ofrecer una imagen de buenos amigos y de dos políticos, que aun teniendo puntos de vista diametralmente opuestos, apostaron por el diálogo como la única forma de entenderse y de acabar con los problemas, además de utilizar un tono conciliador para defender sus respectivas posiciones.
“Tenemos que entendernos mejor, porque no tenemos otro camino que el diálogo para superar las dificultades actuales”, señaló el primer ministro griego. “Hay que acabar con los estereotipos. “Ni los griegos son perezosos ni los alemanes son culpables de todos los males y las desgracias de Grecia”, añadió.
“Hay una estrecha relación entre el pueblo griego y el pueblo alemán y existe un afán de cooperación pese a las diferencias”, señaló por su parte la canciller. “Queremos a una Grecia económicamente fuerte, que crezca y supere el alto nivel de desempleo actual. Queremos cooperar, como socios de la Unión Europea y de la OTAN, tenemos los mismos desafíos políticos”; insistió.
¿Regresa la paz a Berlín y a Atenas? Merkel y Tsipras, es cierto, utilizaron el encuentro con la prensa para ofrecer una rara imagen de armonía y un deseo, al parecer sincero, de dejar de lado la odiosa campaña que se inició cuando el político griego asumió el poder y que ha estado marcada en las últimas semanas con ataques de diverso calibre para condenar la política de ahorro fiscal que impuso Merkel a sus socios.
Pero ni Merkel ni Tsipras quisieron ofrecer detalles sobre los compromisos que está dispuesto a aceptar el gobierno heleno para poder tener nuevamente acceso a los mercados de capital y recibir liquidez de parte del Banco Central Europeo para poder cumplir con sus obligaciones. Con respecto a las obligaciones que Grecia se vio obligada a asumir cuando estalló la crisis en 2009, Tsipras recordó que el programa de austeridad que le fue impuesto a su país había tenido efectos terribles en la economía griega. “Los últimos cinco años no han servido para resolver los problemas. Mi meta es llevar a cabo una gran reforma estructural en Grecia destinada a combatir la evasión fiscal y la corrupción”, dijo.
Pero el político griego no pudo evitar mencionar un tema candente que tiene en estado permanente de euforia a los griegos y en alerta máxima a los alemanes: las reparaciones de guerra. “Tenemos que dilucidar las sombras del pasado. Para nosotros no es una cuestión material sino moral. Tampoco es un asunto que afecte únicamente a los griegos, sino también a los alemanes y debemos trabajar juntos en su solución”, dijo Tsipras junto con desmentir que su gobierno desea expropiar activos alemanes como el Goethe Institut de Atenas. En abril de 2013, una comisión del Ministerio de Finanzas griego evaluó en 162 mil millones de euros la cuantía de las reparaciones.
Merkel, que escuchaba con atención y con el rostro sombrío a su colega griego replicó en forma breve y categórica. “El tema de las reparaciones es un asunto que está zanjado política y jurídicamente. Pero los alemanes nos tomamos muy en serio el dolor que causó el régimen nacionalsocialista. No hemos tomado ninguna decisión, pero seguiremos hablando para mantener despierta esa conciencia alemana”.
En vísperas de la visita de Tsipras a Berlín, el periódico inglés, Financial Times reveló el contenido de una carta del líder griego dirigida a Merkel, en la cual admitía que si su país no recibía la ayuda europea en abril, Grecia sería incapaz de hacer frente a sus compromisos. “Se trata de un pequeño asunto de liquidez que se puede convertir en un gran problema para Grecia y Europa”, escribió Tsipras.
El tema, como era de esperar, salió a relucir en la Cancillería y fue Merkel la encargada de referirse a él. “Represento a uno de los 19 países de la zona euro. Las decisiones sobre la liquidez de Grecia afectan a todos los miembros del Eurogrupo y se adoptarán, tras escuchar las valoraciones de las tres instituciones implicadas (La Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) de común acuerdo”.
La respuesta de la canciller dejó al desnudo que los problemas de Grecia aún no se han solucionado y que el nuevo gobierno tendrá que aceptar las condiciones que le impone Bruselas para recibir más oxígeno financiero. Pero Merkel también quiso, cuando le cursó la invitación para visitar Berlín, facilitarle el camino a su colega griego para admitir que no tiene otra salida que aceptar las condiciones, si aún desea seguir siendo un miembro de la zona euro.
Aún no está claro qué pasos puede dar la canciller para hacerle más fácil el viacrucis que tiene por delante Tsipras, pero lo que todo el mundo tiene claro es que la canciller desea que Grecia siga siendo un miembro de la zona euro, para evitar que Atenas caiga en la zona de influencia de Moscú, un escenario que podría acabar con la frágil unidad de la Unión Europea.
Excelsior.-