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ANTÁRTIDA.- Debajo de la capa de hielo, lejos de los pingüinos juguetones y de otros animales que atraen a los turistas a la Antártida, hay un mundo frío e inhóspito en el que no debería haber el menor asomo de vida, según todo parece indicar.
Pero los científicos que investigan los hielos que se derriten observaron recientemente un pez de 15 centímetros que nadaba en el subsuelo. Poco después, vieron criaturas que parecían camarones.
En sectores más remotos todavía del continente blanco, en zonas a las que no llega la luz del Sol desde hace millones de años, los científicos han encontrado una sorpresa digna de una película de extraterrestres: el ADN de una criatura microscópica que parece una combinación de oso, manatí y ciempiés.
En este ambiente extremo prosperan formas de vida que son normales y extrañas, sencillas y complejas al mismo tiempo. A los científicos que desafían el frío y la distancia para encontrar vida en el hielo, todo esto los sorprende y los maravilla. Para los expertos en formas extremas de vida, es un testimonio del poder de la evolución.
Los científicos observan criaturas halladas en la inhóspita Antártida y se preguntan: Si la vida puede sobrevivir aquí, ¿por qué no en Marte o en las lunas heladas de Júpiter y Saturno, donde hay agua debajo de la superficie helada? Tal vez no estemos solos.
La Isla Decepción es un cráter volcánico frente a la Península Antártica que albergó a balleneros a comienzos del siglo XX. Fue evacuada hace muchos años luego de varias erupciones. Pero es un jardín comparado con el sitio donde Ross Powell se detuvo a hablar.
Powell había recorrido otra parte del continente blanco, a cientos de kilómetros de cualquier edificio o de puestos de investigación, en una expedición financiada por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos. En una llamada, vía satélite desde la Barrera de Hielo de Ross, en enero, el profesor de la Northern Illinois University describió lo que él y sus colegas vieron a través de un submarino a control remoto que penetró unos 800 metros debajo del hielo para observar la base de una de las capas de hielo que se está derritiendo en la Antártida.
Es una zona que está totalmente a oscuras, a mil kilómetros del océano más cercano y con apenas 75 centímetros de agua líquida debajo del hielo. La temperatura del agua es de -2 grados centígrados (28 Fahrenheit), pero su salinidad impide que se congele.
Los científicos encendieron las cámaras y quedaron anonadados al ver un pez, delgado y casi traslúcido, que daba vueltas y a veces parecía estar jugando con la cámara. También se asomaron unas criaturas de caparazón anaranjado llamadas anfípodos.
Cuando los científicos divisaron por primera vez el pez en su improvisada sala de controles “comenzaron a gritar y aplaudir”, relató Powell.
Después de un par de días, Scherer dijo que divisaron tantos peces que “llegó un momento en el que decíamos ‘ahí va otro’ en lugar de ‘¡Dios mío, un pez!’”
En calidad de broma, alguien había llevado una pecera desde Nueva Zelanda. Pero ahora ya no era un chiste. Los científicos trataron de atrapar un pez usando una gran red adosada a las cámaras del submarino y empleando sobras del día previo como carnada.
No pudieron pescar nada, pero sí atraparon algunos anfípodos. Scherer, a quien le encanta la comida marina, no se dejó tentar. “Me pareció que olían a cebo”, comentó.
Powell y Scherer están tratando de averiguar de dónde venían esos animales y, más importante aún, dónde consiguen sus alimentos.
En su búsqueda de vida, los científicos llegaron también al Lago Vostok, considerado el sitio más remoto de la Tierra. Se trata de un lago de agua mayormente fresca, enterrado 3.7 kilómetros debajo de la capa de hielo, sin contacto con aire libre desde hace 15 millones de años.
Hace un par de años, los científicos tomaron muestras del agua del lago y buscaron rastros de vida. Encontraron secuencias genéticas de 3,507 especies reconocibles y de otras 10 mil especies desconocidas por la ciencia, según Scott Rogers, profesor de microbiología de la Bowling Green State University, que trabajó en el estudio.
Aproximadamente, 94% de las especies que pudieron identificar era bacteriana, o en otras palabras, formas sencillas de vida microbiana. Pero también había hongos y un par de rastros genéticos de animales microscópicos. Como por ejemplo ADN de tardígrados, conocidos también como osos del agua, diminutas criaturas que parecen osos pardos extraterrestres con un solo ojo al ser vistos con un microscopio electrónico. Había indicios, asimismo, de que podría haber pequeños peces en el lago.
Estos hallazgos entusiasman a los astrónomos, que buscan posibles formas de vida en otros planetas. Este mismo mes se descubrió que la gigantesca luna de Júpiter, Ganímedes, tenía agua debajo del hielo. Lo mismo que Europa, otra luna de Júpiter, y Encelado, una luna de Saturno. Y hay exoplanetas, que circulan por fuera de nuestro sistema solar.
Cuando se encuentran criaturas inesperadas debajo del hielo, “empiezas a preguntarte si no puede pasar lo mismo en una luna helada o en un exoplaneta”.
La vida podría sobrevivir en estos lugares, pero ¿puede comenzar en ambientes extremos? Eso es lo que tratan de dilucidar ahora los científicos. Y detectar el origen de esos pececitos movedizos, o al menos la fuente de sus alimentos, podría ofrecer pistas importantes.
Exselcior.-