CIUDAD EL VATICANO (VIS).- El Papa se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar ayer el Ángelus dominical junto a los miles de fieles y peregrinos, en el quinto domingo de Cuaresma. Antes de la oración mariana, Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día donde el evangelista Juan narra que algunos griegos y judíos, se dirigieron al apóstol Felipe diciendo que querían ver a Jesús.
El Papa explicó que esta petición iba más allá de un determinado episodio, porque expresa algo universal ya que “revela un deseo que atraviesa todas las épocas y las culturas, un deseo presente en los corazones de muchas personas que han oído hablar de Jesucristo pero que no lo han encontrado aún”.
Jesús responde con una profecía que desvela su identidad e indica el camino para conocerle realmente: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. “La hora de la Cruz. La más oscura de la historia es también la fuente de salvación para cuantos creen en Él”.
“Continuando con la profecía sobre su Pascua ya inminente -prosiguió el Pontífice-, Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del ‘grano de trigo’ que cuando cae a tierra muere para dar fruto. En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. Porque la cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, ya que lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en ‘granos de trigo’ y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, ‘pierden la propia vida’ por amor a Dios y a los hermanos”.
Francisco destacó tres cosas que podemos ofrecer a todas las personas que quieren ver a Jesús, que lo buscan, a todas las que no lo encuentran y que incluso tal vez han perdido la fe. El evangelio, donde encontrar a Jesús, escucharle y conocerle. El crucifijo, signo del amor de Jesús que se entregó por nosotros. Y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera.
“Una fe que se traduce en gestos simples de caridad fraterna, pero principalmente -concluyó- en la coherencia de vida entre aquello que decimos y aquello que vivimos, coherencia entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y nuestras acciones”.