CENOTILLO, Yucatán, viernes 22/08/25.- Aquí no gobierna el pueblo, gobierna el padrino y su nombre es Edgardo Medina Contreras, alias “Yuri”, hoy jefe de la SEDER en Yucatán, pero en Cenotillo quiere ser el cacique que mueve los hilos políticos desde la sombra, con la precisión de quien sabe que el poder no se ejerce con transparencia, sino con control, miedo y pagos de favores.-( Jhony Alamilla Castro).

Su ascenso a una de las secretarías clave del estado no fue fruto de competencia, ni de experiencia en desarrollo rural, ni siquiera de lealtad al proyecto nacional. Fue el pago por una operación política sucia, silenciosa y eficaz: la que orquestó desde Cenotillo para garantizar votos, silenciar disidencias y entregar, a precio de huevo, el triunfo de Joaquín Díaz Mena en Yucatán.

A cambio, “Yuri” recibió el botín: un puesto en el gobierno… y carta blanca para repartir cargos como si fueran tierras comunales.

Y en Cenotillo, su reino paralelo, ha instalado un régimen de cuadros, compadres y familiares que no responden al ciudadano, sino al patrón.

Entre ellos, sus esbirros de confianza: Javier May, “el Mocho”; Ricardo y Alejandro Rodríguez Contreras; y el siempre presente Hugo Tello, inversionista clave en campañas, cuya “generosidad” nunca es gratuita, sino una inversión con altos intereses políticos.

Pero el nepotismo no se queda en el círculo cercano, pues sube hasta la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde colocó a su esposa, Sonia Albornoz, en un puesto de alto nivel, sin concurso, sin perfil técnico, pero con el único requisito que importa en este sistema: ser su esposa.

Mientras miles de maestros y funcionarios pelean por una plaza con méritos reales, ella ocupa un “gran hueso” sin rendir cuentas. Así funciona el mérito en Morena cuando eres la esposa del Paladin de Huacho Díaz.

Y en el municipio de Cenotillo , el desastre es aún más evidente: En la comisaría de Tixbacab despidieron a Lupita Herrera, una mujer que durante años desempeñó su trabajo con ética, profesionalismo y el perfil académico exigido.

Fue removida no por ineptitud, sino por no pertenecer a la red de favores y en su lugar instalaron a Yeimi Albornoz, quien no solo carece de cédula profesional, sino que es conocida en el pueblo por su consumo excesivo de alcohol, su actitud prepotente y su total ausencia de experiencia.

Padres de familia se organizan para ir a la SEP a solicitar que la quiten y pedir hasta que le hagan pruebas antidoping y su principal credencial: ser hija de Eduardo Albornoz, “el Chupacabras”, hombre con deudas en Cenotillo, Ualtez, Sucilá y Buctzotz, pero el cual si tuvo dinero para invertir en la campaña de “Ricky”, ahora cobra con el puesto de su hija.

Es el nuevo modelo de contratación: no por mérito, sino por deuda política.

Pero el saqueo no se limita a las comisarías. Ha llegado a la casa ejidal, donde el nuevo dirigente, otro fichaje de “Yuri”, Gualberto ” Payito” Aguilar Loria no solo administra tierras, sino que las usa como arma. Amenaza con despojar a campesinos de sus parcelas si no obedecen, como en el caso de Lim Poot, al que pretenden desalojar para entregar su terreno a Coco Ruiz, suegro del propio dirigente. Aquí ya no se trata de justicia agraria. Se trata de reparto mafioso del territorio.

Y lo más grave: este hombre, que hoy maneja el destino de comuneros, no solo actúa con impunidad, sino que incita al caos.

Desde su cuenta en Facebook bajo el nombre de Payito Aguilar Loria, ha comentado en publicaciones sobre el incendio del palacio municipal de Tzucabáb: “Hagan lo mismo en Cenotillo. Hay que organizarse y quemar el palacio”. No es una broma. Es una amenaza. Es la voz de un régimen que, al no poder gobernar con legitimidad, promueve la violencia como herramienta.

Mientras tanto, Sandy Quintal Medina, psicóloga titulada y funcionaria competente, fue despedida sin explicación. En su lugar, colocaron a Lissie Lugo Cabrera, cuya cédula profesional no aparece en el Registro Público de Profesiones. Y su marido, un argentino y ficha política, también tiene su lugar en el botín.

Este es el rostro de Morena en Cenotillo: un partido que prometió acabar con el viejo PRI, y que hoy reproduce, con más cinismo, los mismos esquemas de cacicazgo, corrupción y desprecio al ciudadano.

Pero el pueblo de Cenotillo no es tonto. Lo sabe. Lo ve. Lo sufre. Y aunque el miedo aún tape las bocas, el tiempo de los caciques, tarde o temprano, también se acaba.