MÉRIDA, Yucatán, miércoles 16/07/2025.- Luego estar casi 26 años prófugo, por el asesinato de la prestamista Elda Zurita Azcorra y su hija la bailarina Cinthia Sue Ricalde Zurita, una deportación desde Estados Unidos puso a Alejandro Méndez Hernández en bandeja de plata para la justicia yucateca, pero lamentablemente el delito ya está prescrito y la juez del sistema tradicional a la que lo remitieron no le quedó más que liberarlo.

Méndez Hernández fue deportado en febrero pasado de Estados Unidos y recluido en un centro de detención migratoria en Sonora, donde se detectó que había una orden de aprehensión en su contra por su participación en el sonado doble homicidio en Mérida.

Sin que trascendiera en los medios de comunicación, se cumplió la orden de aprehensión en su contra en Sonora y elementos de la Fiscalía General del Estado acudieron para escoltar al sujeto y ponerlo a disposición de la juez del sistema tradicional Rubí Guadalupe González Alpuche.

La jueza González Alpuche había alertado que el delito de homicidio calificado ya había prescrito, pues en la época cuando ocurrieron los hechos ese ilícito se castigaba con 25 años de prisión como pena máxima. Es decir, por estar prófugo el tiempo para aplicarle la ley no debía rebasar los 18 años y 7 meses.

Por eso la juez, aplicando estrictamente la ley de la época de la comisión de los hechos, tuvo que dejarlo libre.

El anterior último detenido y progenitor de este sujeto, Manuel Méndez Angulo, durante 8 años se mantuvo prófugo y se determinó que fue el autor material e intelectual del crimen de la bailarina y su madre, muertas a martillazos en el interior de su domicilio en el barrio de Santiago.

En 2008, el entonces Juez Sexto Penal, Luis Mugarte Guerrero, decretó sentencia condenatoria al doble homicida que se mantuvo prófugo durante 8 años y que en diciembre del 2007 fue detenido en Cuernavaca, Morelos.

Estuvo viviendo varios años en Toluca y Chiapas, y cinco meses antes de su arresto se estableció en Cuernavaca, trabajando como taxista, dando su verdadero nombre, lo cual, a la larga, lo hundió. Incluso, trabajó como jefe de seguridad en un museo. Al final de cuentas, Méndez Angulo fue liberado al compurgar parcialmente su pena.

EL DOBLE CRIMEN

La noche del 22 de agosto de 1999, en el casa 549 de las calles 68 entre 57 y 55-A del barrio de Santiago, ocurrió el espantoso crimen de la prestamista Elda Zurita, de 70 años, y su hija, la bailarina de danza clásica Cynthia Sue Ricalde Zurita, de 35 años, masacradas salvajemente a cuchilladas y martillazos, en tanto que el novio de la joven, Alejandro Carlo Varela Baeza, practicante de artes marciales, fue herido gravemente y los asesinos lo dieron por muerto luego de huir de la sangrienta escena cuando llegaba el jefe de la familia, William Ricalde Gamboa.

William Ricalde, por cierto, fue hermano de una agiotista asesinada el 23 de febrero de 1976, Eneida Ricalde, en un predio de la esquina de la calle 65 con 72, conocida como “La Jardinera”, cerca de entonces fábrica de la “Sidra Pino”, a manos del carpintero José Candelario Mis Paredes, quien también mató a la hija y al esposo de ésta, el Dr. Arcadio Poveda Cárdenas, con un martillo y un formón.

En cuanto al crimen de Santiago, los hechos habrían ocurrido entre las 21 y 21:30. Los criminales aprovecharon que doña Elda estaba sola para visitarla. Ésta les abrió la puerta confiada –no había cerraduras forzadas ni vidrios rotos-, pues eran sus clientes, pero iban con la firme intención de asaltarla y matarla.

Amordazaron a la anciana con cinta adhesiva y la subieron a la planta alta, donde la torturaron, pero ella nunca reveló dónde escondía su dinero y alhajas.

Tras estrangular a la mujer, los asaltantes revisaron la casa y cuando lo hacían, llegó Cynthia Sue y su enamorado, a quienes los homicidas sorprendieron al entrar a la vivienda.

A la joven le deshicieron el cráneo a martillazos en el baño, ubicado a la derecha de la puerta principal de la entrada, sobre la calle 68, y al novio también lo golpearon con la intención de matarlo, y a pesar de sufrir unas 15 heridas punzocortantes en diversas partes del cuerpo, así como golpes de martillo en la cabeza, sobrevivió al salvaje ataque y fue quien dio la pista para atrapar a los malhechores, a quienes también a uno de ellos se le cayó un celular durante los forcejeos, mismo que sirvió para las pesquisas posteriores.

En el lugar de los hechos fue hallado un bulto que contenía alhajas, el cual habrían dejado los atracadores al momento de ser sorprendidos por la pareja de novios y por la premura de escapar del lugar.

En los últimos 15 años doña Elda había acumulado una gran fortuna producto de los altos intereses que cobraba como agiotista y tenía más de 200 predios en esta ciudad, interior del Estado e incluso en el sureste del país, que había embargado a morosos.

Doña Elda Zurita era muy severa con sus clientes, a los que les cobraba altos réditos y no tenía compasión a la hora de embargarles un bien o una propiedad por algún adeudo incumplido, y no daba ni un día de plazo cuando se vencía el pago. Era implacable con sus deudores.

FAMIIA DE ASESINOS

Los asesinos resultaron ser integrantes de una misma familia oriunda de Villahermosa, Ciudad del Carmen y Tapachula.

Eran el abuelo Moisés Méndez Mejenes, de profesión médico anestesiólogo; sus hijos Manuel y Fernando Méndez Angulo y los nietos Alejandro Méndez Hernández y Luis Fernando Méndez Acosta, así como otro cómplice, el tabasqueño José Manuel Jiménez Jiménez.

De todos éstos, dos no fueron detenidos en esa ocasión, Manuel Méndez y su hijo Alejandro.

Los detenidos, pertenecientes casi todos a una misma familia, eran viejos conocidos de las víctimas, pues eran clientes frecuentes de doña Elda, a la que numerosas veces le pidieron cuantiosos préstamos, pero algunos no los habían podido liquidar, unos 700 mil pesos, por lo que en febrero de ese año perdieron tres propiedades en Ciudad del Carmen que dejaron como garantía a la usurera.

Fernando Méndez y su papá Moisés Méndez, para vengarse de la agiotista y recuperar las escrituras de las tres propiedades perdidas, y de paso robarle dinero y alhajas, fueron con la firme intención de matar a la mujer, pues ésta los conocía.

LIBRES

Dos purgaron su condena al salir libres tras cumplir casi 20 años de prisión. El abuelo Moisés Méndez, de 85 años, y su hijo Fernando, que dejaron recientemente el penal meridano al recurrir a un amparo de la justicia tras cumplir más del 70 por ciento de su sentencia de 25 años.

Ninguno reconoció su culpabilidad en este doble crimen, siempre dijeron que fueron “chivos expiatorios”.