SISTEMA DE CUEVAS AKTÚN TUYUL, México (AP), viernes 31/05/2024.- Los rayos del sol atraviesan como cuchillos el agua cristalina mientras decenas de peces proyectan su sombra sobre el suelo de piedra caliza. Encima de la laguna, una bóveda repleta de estalactitas gotea en el techo semiabierto de la caverna, que se abre hacia una tupida selva.

Estos ojos de agua turquesa conocidos como cenotes son parte de una de las maravillas naturales de México: un sistema de aproximadamente 10.000 cavernas, ríos y lagos subterráneos que serpentean bajo la Península de Yucatán, en el sureste del país.

Ahora, la construcción del Tren Maya —el proyecto insignia del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador— está destruyendo buena parte de ese mundo subterráneo oculto, ya amenazado desde hace décadas por el desarrollo urbano y el turismo masivo.

Mientras los reflectores se posan sobre este frágil sistema de cavernas ante las elecciones presidenciales del domingo, científicos y ambientalistas advierten que el tren representará un desastre ambiental en el largo plazo.

En las profundidades de la selva, el rugido de la maquinaria pesada interrumpe el suave goteo que se escucha dentro de la cueva. Unos metros más arriba, la construcción de la línea elevada del tren avanza a marchas forzadas.

Las cavernas retumban cuando los trabajadores ponen en marcha las perforadoras para atravesar la piedra caliza e incrustar los cerca de 15.000 pilares de acero de un metro de ancho (tres pies) que sostendrán el tren en este tramo.

Al contemplar una cueva antes inmaculada y ahora repleta de hormigón y estalactitas rotas, una mezcla de dolor e ira se dibuja en la cara del ingeniero y experto en agua Guillermo D. Christy, quien lleva más de dos décadas estudiando la calidad del agua que corre bajo la Península de Yucatán.

“Vertir concreto en una caverna, directamente en el acuífero, sin ningún miramiento y sin ningún cuidado”, lamenta D. Christy. “Eso es totalmente un ecocidio”.

MÁS TURISMO, PERO, ¿A QUÉ PRECIO?

A lo largo de casi 1.600 kilómetros (1.000 millas), el Tren Maya recorrerá la Península de Yucatán para conectar ciudades turísticas como Cancún y Playa del Carmen con comunidades remotas y sitios arqueológicos enclavados en la selva a los que promete llevar desarrollo económico.

Con una inversión de más de 30.000 millones de dólares, el tren de alta velocidad es uno de los proyectos clave del presidente saliente de México, quien se ha presentado como el defensor de los pobres durante los seis años que ha estado en el cargo.

“El Tren Maya será nuestro legado de desarrollo para el sureste de México”, escribió el presidente en una publicación en X, antes Twitter, el año pasado.

Tras las elecciones del 2 de junio, el futuro del tren y el legado de López Obrador son inciertos. Las dos principales candidatas para reemplazarlo han dicho que promoverán una agenda verde, pero también han apoyado las promesas de desarrollo que trae consigo el proyecto.

El problema es la propia ruta del tren. Originalmente se planteó que circulase a lo largo de la autopista que conecta las principales ciudades de la región pero, tras una avalancha de quejas por parte de los propietarios de los grandes hoteles de la Riviera Maya, el gobierno cambió el tramo que va de Cancún a Tulúm varios kilómetros hacia el interior de la selva, encima del sistema de cavernas más importante del país. Para ello, las obras derribaron millones de árboles que forman parte del bosque tropical más grande de América después de la Amazonía.