MÉRIDA, Yucatán, sábado 01/07/23.- La canoa monóxila (fabricada de una sola pieza de tronco) que arqueólogos subacuáticos del INAH encontraron hace dos años en la zona arqueológica de San Andrés, Yucatán, tuvo uso ritual.

La hipótesis del uso ritual de la antigua embarcación se planteó con base en los resultados de estudios iniciales realizados en laboratorios de México y del extranjero, se informó durante el XII Congreso Internacional de Mayistas que se realizó el 28 de junio, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México.

San Andrés se ubica a unos 13 km al noroeste de la zona arqueológica de Chichen Itzá, cerca de la carretera federal 180, tramo Kantunil-Cancún.

La responsable de la Oficina Península de Yucatán de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, Helena Barba Meinecke, informó que las inmersiones hechas en octubre de 2021 en el cenote San Andrés, ubicado en la zona arqueológica del mismo nombre, permitió realizar modelos 3D de la canoa y precisar sus dimensiones.

Mide 2.15 metros de eslora (longitud), 45 centímetros de manga (anchura) y 36.5 centímetros de puntal (altura).

“Durante la exploración de la cavidad donde se halló la canoa se tomaron muestras de la madera de la embarcación y restos óseos descubiertos alrededor”, dijo Barba Meinecke.

En el foro de mayistas, los arqueólogos Jesús Gallegos Flores, adscrito a la SAS en la Península de Yucatán, y Alexandra Biar, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS), confirmaron que hasta ahora se han identificado 38 restos óseos correspondientes a siete especies animales, como armadillo, pavo, perro y águila.

Además, un hueso metatarsiano del pie izquierdo de una mujer adulta.

La preponderancia de huesos de armadillo y la presencia del metatarso humano llevan a los expertos a teorizar el uso ritual de la canoa y su colocación en la caverna antes que se inundara.

“Los restos del armadillo, cuya capacidad natatoria le permite contener su respiración y cruzar cuerpos de agua sujetando sus garras al suelo, sería una alusión al ingreso de ese animal al inframundo, tomando en cuenta la concepción maya de las cuevas inundadas, semi-nundadas y de los cenotes como portales a ese espacio cosmogónico”, indicaron.

Alexandra Biar comentó que se conocen imágenes en cerámica maya en las que el armadillo aparece como un “taburete de los dioses”, con personajes que posan sus pies sobre él, que enlazaría directamente con la evidencia arqueológica observada en el cenote.

Biar y Gallegos explicaron que el uso ritual de la canoa también se respalda en la morfología de la embarcación, al tener una proa y una popa muy pesadas, su capacidad de navegación debió ser limitada en aguas más dinámicas, por eso no descartan que fue creada con fines simbólicos.

Sobre los estudios a la madera de la canoa, Biar señaló que los análisis por carbono 14 efectuados con apoyo del Centro francés, el material orgánico data del siglo XVI y no del periodo Clásico Terminal (830-950 d.C.), que predomina en el sitio arqueológico de San Andrés.

Los investigadores reiteraron que los estudios realizados al agua del cenote, en el Cinvestav Unidad Mérida, con apoyo de la investigadora Dalila Aldana Aranda, mostraron concentraciones de microplásticos que podrían incidir en los fechamientos, de ahí que se planean nuevas inmersiones para tomar muestras adicionales de la madera y del material óseo del contexto sumergido.

La canoa maya se investiga in situ, en apego a los protocolos de conservación dictados por la Convención 2001 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.

Los expertos agradecieron el apoyo de los arqueólogos del Centro INAH Yucatán, José Francisco Osorio León, Francisco Pérez Ruiz y Nayeli Jiménez Cano; de la arqueóloga Carolina Ramos Novelo, de la Universidad Autónoma de Yucatán, así como de la doctora Dalila Aldana del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de Mérida.- (Martha López Huam).