MÉRIDA, Yucatán, martes 02/08/22.- La cripta prehispánica de la zona arqueológica de Toniná, que guardaba poco más de 400 vasijas que contenía cenizas, carbón, goma y raíces, se halló en 2020 en el Templo del Sol, la estructura piramidal más importante del lugar, en el valle de Ocosingo, Chiapas.

Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informaron de los resultados del descubrimiento de una cripta en 2020, en la zona arqueológica de Toniná, el antiguo reino maya de Po’p que rivalizó con Palenque en el periodo Clásico maya (500-687 d.C.).

LOS SECRETOS DE LA TUMBA MAYA REVELAN RITOS DE CREMACIÓN DE SUS GOBERNANTES. 

Cotejando testimonios escritos sobre el sitio maya, el especialista del INAH Juan Yadeun Angulo cree que los restos cremados eran usados para elaborar bolas de hule, usadas en el rito del Juego de Pelota.

“Es probable que los cadáveres de algunos gobernantes, como el de una Señora de Toniná, fueron sometidos a una parafernalia religiosa para reducirlos a cenizas y elaborar bolas de hule usadas en la cancha del Juego de Pelota, espacio simbólico del camino eclíptico del cielo, por donde transitan y se enfrentan los astros, espacio de guerra y muerte, de espectáculo y poder”, afirmó.

La cripta prehispánica, que resguardaba más de 400 vasijas que contenía cenizas, carbón, goma y raíces, se encontró en 2020 en el Templo del Sol, la estructura piramidal más importante de esa zona arqueológica del valle de Ocosingo, Chiapas.

Juan Yadeun Angulo, quien desde hace 42 años es responsable de la investigación y conservación de Toniná, explica que hallaron durante las recientes exploraciones en el costado norte del Templo del Sol, donde ubicó una tapa de piedra, de 90 por 60 centímetros, con la representación de un cautivo atado, misma que llevaron al museo del lugar y la reemplazaron in situ por una réplica.

Como en un laberinto, la boca de piedra subyacente condujo a una serie de pequeñas bóvedas y cuartos conectados por escalinatas que rematan en una antecámara y una cripta, ubicadas a ocho metros de profundidad en el interior de la pirámide, sitios que fueron concebidos en los siglos VII y VIII, antes de la explosión constructiva que daría forma al templo.

La antecámara (1.34 x 1.64 m y 1.34 m de alto) y la cripta (1.34 x 1.34 m y 1.10 m de alto) son habitáculos reducidos, donde se hallaron las vasijas con cenizas humanas y el tacto oleoso que permanece en sus muros al paso de trece centurias.

El análisis microscópico de la materia orgánica contenida en las piezas burdas y monocromas dio como resultado que personas especializadas, posiblemente sacerdotes, emprendían la combustión de los cuerpos inertes de personajes de alto rango.

El azufre de las cenizas, el tercer mineral más abundante en función del porcentaje del peso corporal total, era utilizado para la vulcanización de hule, con el que se confeccionaban las bolas usadas en el rito del Juego de Pelota.

En Mesoamérica, los restos de los gobernantes eran cremados, no necesariamente hasta su reducción total a cenizas, pues algunas partes del cuerpo entrañaban un poder particular por relacionarse con ciertas deidades.

Con los restos se formaban bultos funerarios, reliquias que los linajes guardaban y llevaban consigo si se veían desplazados.

Resulta elocuente el discurso escultórico del Juego de Pelota del sitio, en el que resaltan las esculturas de los tres marcadores que delimitan el interior y el suelo de la cancha.

El contenido discursivo de esos aros expone que tres gobernantes: Wak Chan Káhk´ (fallecido un día 8 chikchan, 1 de septiembre de 775 d.C.); Aj Kololte’, dignatario subordinado a la dinastía de Po’p (muerto en 12 akbal 11 sotz, 1 de abril de 776 d.C.) y la señora Káwiil Kaan (cuyo deceso fue en 722 d.C.) fueron llevados a la cueva de la muerte pasados 260 días, cumplido un ciclo del calendario ritual, y en la misma fecha de sus decesos, para su transmutación.

“Saber que los mayas buscaban que el cuerpo de sus gobernantes se convirtiera en una fuerza viva, en algo que estimulara a su pueblo, resulta aleccionador”, indicó el investigador del INAH.

Ese vaso comunicante hacía renacer la vida, encarnada en el maíz, cuyo ciclo entre cosecha y siembra comprende 260 días, periodo ritual que cumplía el cadáver de los dignatarios en la ‘cueva de la muerte”.

DESCUBREN OTRA TUMBA EN EL TEMPLO DEL SOL

A poca distancia de esa cripta, el equipo de trabajadores que dirige Juan Yadeun descubrió otro acceso independiente de aproximadamente 80 por 80 centímetros, en el sector oriente del Templo del Sol.

Esta segunda tumba, que quizá también hubiera alojado restos de gobernantes antiguos, debió ser saqueada en los siglos XIX y XX.

Con 10 metros lineales de recorrido y una configuración igualmente laberíntica, la tumba, que se ha fechado en el año 500 d.C., desemboca en una amplia cámara donde solo pudo reconocerse un vestigio: el fragmento de las fauces del Monstruo de la tierra de 50 por 50 centímetros, de las que emerge una pequeña tortuga.

Los descubrimientos en Toniná, Chiapas, brindan una idea más acertada de lo compleja que era la religión maya dentro de la cosmovisión mesoamericana.

El conocimiento del proceso de transformación del cuerpo es fundamental para comprender a la antigua sociedad maya, que lo planeado para sus señores, era el destino pensado para el mismo pueblo.