MÉRIDA, Yucatán, viernes 22/07/22.- Apenas aprendió a caminar empezó a frecuentar un meliponario que estaba en amplia palapa al fondo de su casa y a sus tiernos tres años de edad insistía en que la dejaran tomar datos importantes para el monitoreo de las colmenas, aunque al final su libretita de anotaciones sólo registraba indescifrables garabatos.
Familiares y amigos le dicen “Princesa Melipona” y ahora, a sus siete primaveras, se ha convertido en una gran impulsora del amor a la naturaleza, principalmente a las abejas, que tan sagradas eran entre los mayas.
Adriana Yariely Cimé Balam, la protagonista de esta historia, quien acaba de pasar al tercer grado de primaria en la escuela “Ricardo Flores Magón”, de Nolo, comisaría de Tixkokob, suele acompañar a sus padres a ferias y talleres que imparten en buena parte de Yucatán para promover los productos de la colmena y sus derivados.
Pero lo más llamativo es que la pequeña no desaprovecha cualquier oportunidad de enseñar a otros niños cuestiones relacionadas con los himenópteros nativos. Eso es fruto de la pasión que sus progenitores, los biólogos con maestría José Adrián Cimé Pool y Yariely del Rocío Balam Ballote, le imprimen a sus actividades profesionales y la dedicación que le tienen a su retoño.
En sus inicios en el universo apícola, lo que más le gustaba era identificar a la reina de las abejas meliponas, probar diversos tipos de miel y hacer que esos pequeños insectos caminaran entre sus dedos. Si encontraba alguna abeja tirada en el suelo la ayudaba a volver a su colmena.
Su promoción sobre la importancia de preservar a las abejas sagradas mayas va más allá. El año pasado, en el Segundo Concurso Estatal de Dibujo “Las abejas y mi comunidad” obtuvo un meritorio segundo lugar, aunque era la mas pequeña de los participantes.
Hace una semana, con la supervisión de su padre, realizó su primera división de una colmena de Melipona beecheii, es decir que sacó una nueva colmena de otra fuerte y bien establecida.
Cuando en 2020 se registraron en la región intensas lluvias, con la consecuente proliferación de sapos y ranas, la precoz niña desarrolló un gusto por capturarlos y observarlos (por supuesto sin lastimarlos). Eso le permitió aprender las diferencias entre sapos (de tierra) y ranas arborícolas, entre ellas la más común: la rana arborícola lechosa.
El aprendizaje incluye un buen cuidado en el manejo de esos animales, como un buen lavado de manos, ya que, como recurso defensivo, secretan una sustancia que puede ser tóxica para animales pequeños y causar irritación entre los humanos.
Su amplia experiencia, pese a su corta edad, le permitió esta semana brindar lo que bien puede considerarse su “primer servicio profesional”, en el hogar de una angustiada familia de la comunidad donde reside. Fue, como comentó un testigo, “una misión erizada de peligros”. Resulta que un sapo, que a los moradores les pareció terrorífico, invadió la sala y se negó a retirarse, pese a los esfuerzos realizados con una escoba.
Como los bomberos no iban a acudir a ese tipo de auxilios, los ocupantes de la vivienda, conocedores de la vida y obra de su vecina Adrianita, solicitaron su ayuda. Con delicadeza y sin ningún temor, la pequeña tomó entre sus manos al batracio y lo sacó al patio. Por su proeza, se hizo acreedora a una gratificación de 30 pesos, que en seguida fueron a parar a su alcancía con forma de perro husky siberiano. Nada mal para una labor que le llevó sólo unos segundos.
La preparación que la “Princesa Melipona” tiene sobre las labores del campo incluye muchas otras vertientes, pero no se puede dejar de mencionar uno que es muy importante y a muchos les parece complicado: aprendió a polinizar la flor de maracuyá para asegurar que se formen los frutos.
Un gran ejemplo el de esta niña habitante de Nolo, que remarca que en Yucatán se inculca el amor por la naturaleza, y la apicultura en especial, desde edades muy tempranas.