CIUDAD DE MÉXICO (AP), martes 14/06/22.- El maíz empieza a asomar en las laderas al sur de la capital mexicana, pero no se sabe si esos brotes tendrán agua suficiente para crecer o si los agricultores podrán comprar los cada vez más costosos fertilizantes.
Lo que sí está claro es que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiere que se siembren más alimentos en México para avanzar en el autoabastecimiento de productos clave y así contribuir a controlar los precios -sobre todo de la comida- que llevan 18 meses seguidos al alza.
La idea presidencial que invita a “¡Todos a Sembrar!” no es nueva. Desde que llegó al poder, López Obrador apostó por que México dependa menos de las importaciones y lanzó uno de sus programas estrella, “Sembrando Vida”, para producir más incentivando a los agricultores con ayudas directas y asesoramiento técnico.
Pero los estragos de la pandemia, los constantes efectos del cambio climático y la convulsión de los mercados por la guerra en Ucrania, han convertido esta idea en una prioridad. Urge evitar que crezca la inseguridad alimentaria en un país con el 44% de su población bajo la pobreza, que produce 27,5 millones de toneladas de su alimento más básico, el maíz, pero consume más de 40 y donde los precios de los alimentos superan en varios puntos la inflación anual de más de 7%.
Algunos agricultores están esperanzados ante la actual promesa de incrementar los apoyos económicos o las ayudas para fertilizantes -uno de los productos que más se ha resentido por la guerra en Europa-. Pero otros desconfían de los planes oficiales. Todos esperan que la cosecha de este año dé para el consumo familiar, y con suerte, para poder vender algo en su comunidad.
Mientras el G-7 busca soluciones globales y Estados Unidos con varios bancos de desarrollo preparan un plan multimillonario para paliar la inseguridad alimentaria -que en algunos países de África ya es hambruna- , la agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ve con buenos ojos los esfuerzos de México para avanzar en el autoabastecimiento pero no cree que los efectos serán inmediatos.
“No vemos precios de los alimentos bajando, por lo menos en este año”, dijo Lina Pohl, su representante en México.
El gobierno, sin embargo, es optimista. Confía en sus medidas antinflacionarias -acuerdos con el sector privado, suspensión de ciertos aranceles, fabricar más fertilizantes- y aspira a que los integrantes de “Sembrando Vida” aumenten su producción de maíz y frijol en torno al 65%.
Los hermanos Arturo, Benjamín y Víctor Corella, tres maestros que desde su jubilación cuidan las tierras familiares en Milpa Alta, una de las zonas rurales del sur de la Ciudad de México, confían en “Sembrando Vida” porque, tras participar del programa, cosechan una tonelada y media de maíz, 500 kilos más que hace un año.
“La razón más importante de la siembra es que (toda la familia) tengamos autosuficiencia de maíz, ya no comprar la tortilla sino tratar nosotros de hacerla”, explicó Benjamín. Pero ahora “nos apoyamos en los técnicos, que nos digan si la forma en la que sembramos es la más adecuada”.
“Sembrando vida” fue presentado como un programa que plantaría un millón de hectáreas con árboles frutales o maderables y desde su inicio en 2019 también incluyó la opción de que el cultivo prioritario fuera la milpa -maíz, frijol y otras plantas como calabaza-, aunque a esta segunda vertiente se le dio menos publicidad.
Con una inversión de casi 4.000 millones de dólares, el programa tiene un padrón de 450.000 sembradores. Cada uno participa con 2,5 hectáreas y recibe 225 dólares mensuales. Pero generalmente ese dinero y los beneficios de trabajar esas tierras repercuten en más personas porque para llegar a esa superficie tiene que unirse toda una familia -como en el caso de los Corella- o varios miembros de una comunidad.
Pese a la polémica que provoca el hecho de que López Obrador se escude en este programa como panacea para la reforestación de México con el fin de tapar los serios problemas medioambientales de otras de sus políticas, pocos han criticado su impacto social.
Genera trabajo y alimento para casi medio millón de beneficiarios en más de 23.000 localidades de 21 de los 32 estados del país y los sembradores tienen un asesoramiento y un monitoreo constante. Los Corella aseguran que así se evita lo que pasaba antes, que muchos recibían el dinero pero no trabajaban las tierras.