DZONCAUICH, Yucatán, domingo 08/08/21.- Bajo la quietud de la tarde, don Néstor Dzul Huchim teje el sosquil y al hacerlo parece que lo acaricia, lo jala y va formando pequeñas trenzas que con el paso del tiempo se convierten en sabucanes, lazos para vaqueros, hamacas, mecapales, bolsas y todo lo que se pueda imaginar.


Este trabajo es fácil, lo difícil es conseguir el henequén para rasparlo y convertirlo en sosquil, para elaborar las bolsas, afirmó el campesino de 74 años de edad, quien desde muy niño se dedicó a trabajar con el agave fourcroydes, gracias al apoyo de su padrastro Gumersindo Huan Poot y de su mamá Andrea huchim Chan.

Don Néstor Dzul Huchim muestra cómo él raspa el henequén, para elaborar sus artesanías. (Martha López H.)
El veterano don Néstor Dzul Huchim elabora bolsas, hamacas, mecapales y sabucanes de henequén, en su natal Dzoncauich (Martha López Huan)

En entrevista exclusiva, desde la puerta principal de su hogar en Dzoncauich, don Néstor habló del agave llamado “oro verde”, que desde los tiempos prehispánicos se cultivó en varias partes de Yucatán para obtener fibras y del arte que aprendió de doña Eusebia, la mamá de su padrastro.

Ahora casi no se cultiva el henequén, porque es un trabajo muy duro. Es difícil que los cultivos se levanten otra vez, sobre todo porque los muchachos de hoy no lo quieren trabajar, indicó mientras sus manos parecían jugar con el sosquil tendido en una especie de bastidor.

Su rostro, curtido por el Sol y surcado de arrugas, es la muestra palpable del duro trabajo que realizó en el campo.

“Crecí en el campo, no fui a la escuela y ni sé leer, pero ahora vivo gracias a la artesanía que aprendí viendo cómo trabajaba la familia de mi padrastro”, indicó y evocó a su padre, don Gregorio Dzul, quien también fue campesino.

Cada línea que resalta de su rostro es como una anécdota del difícil trabajo que realizó el campesino, quien tuvo que aguantar punzadas de los espinos del agave.

“Si te descuidabas te punzabas la mano o cuando cargabas la penca que tenías que sacar de la milpa al camino para que se lo lleven a la desfibradora”, precisó y agregó que el henequén era de calidad y ahora no es lo mismo, porque al convertirlo en sosquil viene manchado. Antes, los patrones cuidaban los cultivos y las fibras.

Don Néstor, quien estuvo casado con doña Josefa Estrella Cobá, con quien procreó a Alberto, Francisco, Andrés “y mi xtub” (el hijo más pequeño) Manuel Jesús.

Con tristeza dijo que, cuando no hay henequén, a veces compra el sosquil, y cuando le piden trabajos urgentes recurre a la rafia para los sabucanes y bolsos, m<aterial que es una buena opción para sustituir el henequén.

La poca producción que elabora, por la falta de henequén, se va a Estados Unidos u otras ciudades de México, pues la gente viene y le compra para llevar allá lejos, donde viven sus paisanos.

UNA MUESTRA DE DESTREZA
Al hablar de su trabajo, don Néstor con orgullo responde que él raspa el henequén que compra por kilos, con unos vecinos de Dzoncauich.

“Agarro una madera que parece leña y le saco filo, después me pongo a raspar” explicó y se lo demostró a la reportera quien asombrada dijo que ¡Lo hizo! Demostró su destreza y fuerza: no parecía que en febrero próximo cumplirá 75 años de edad, parecía sacar fuerzas de su sonrisa al trabajar el henequén.

El orgullo afloraba en cada vaivén del raspado y con el transcurrir del tiempo sólo pedía un deseo, que no se pierda el cultivo del henequén, porque de ese agave pueden salir muchas fibras y se pueden elaborar cosas tan importantes para el campesino, desde mecapales, lazos para vaqueros hasta bolsos para dama y abogados que tienen que transportar papeles importantes.- (Martha López Huam).