CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 28/07/21 (EFE).— El Vaticano celebró ayer la primera audiencia de un proceso histórico en el que se juzgará por primera vez a un cardenal, el exprefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Angelo Becciu, y a otras nueve personas por delitos relacionados con inversiones inmobiliarias.

El cardenal y las otras nueve personas, incluidos trabajadores laicos y religiosos del Vaticano y figuras de las finanzas internacionales, además de cuatro sociedades, comparecieron en este proceso que trata de esclarecer si se cometieron delitos de malversación de fondos, blanqueo de dinero, fraude y abuso de poder durante la irregular inversión de unos 350 millones de euros en un edificio de Londres.

Tras la primera vista del juicio, el cardenal defendió su “inocencia de toda acusación” en su contra y de las otras nueve personas.

“(El cardenal) espera con serenidad el proceso y la demostración de las numerosas pruebas y testimonios que demostrarán su inocencia de toda acusación”, señaló su abogado, Fabio Viglione, tras la primera audiencia del juicio, que continuará el 5 de octubre.

Los hechos que juzga ahora el Vaticano se remontan a 2013, cuando la Secretaría de Estado compró un edificio en Londres y destinó fondos del Óbolo de San Pedro, institución que recoge donaciones de católicos para financiar obras caritativas de los papas y su actividad.

Becciu era el responsable de esas operaciones, pues ocupaba el cargo de sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado desde 2011 a 2018.

En mayo de 2018, el papa Francisco le nombró nuevo prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos.

Sin embargo, el año pasado y tras verse salpicado por este escándalo, el propio Francisco le obligó a presentar su renuncia para su cargo de prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y para sus derechos como cardenal. De esta manera, Becciu conserva su título, pero no podrá participar en un cónclave.

El purpurado, de 73 años y quien siempre ha mantenido su inocencia en el escándalo, se convierte en el más alto funcionario vaticano acusado de delitos financieros.

Siempre ha mantenido su inocencia y ha asegurado ser “víctima de una maquinación deliberada” que le ha expuesto “durante estos largos meses” a una “picota mediática sin igual (…), sufriendo en silencio, incluso por el respeto y la tutela de la Iglesia”, a la que ha dicho dedicar toda su vida.