MADRID, jueves 22/08/19.- La esclavitud moderna aún encadena a más de cuarenta millones de personas en pleno siglo XXI, unas dramáticas cifras que cobran actualidad este viernes, día 23, en que se conmemora el “Día internacional del recuerdo de la trata de esclavos y su abolición” de Naciones Unidas.

El dato procede de las conclusiones del informe de la “Walk Free Foundation” (WFF), un organismo que colabora con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El 23 de agosto de 1791 se produjo una revuelta de esclavos en la entonces colonia francesa de Santo Domingo (Saint Domingue), hoy Haití; revuelta que está considerada como el primer levantamiento contra el poderoso sistema esclavista.

Doscientos años después de aquel tiempo colonial, este cruel sistema de opresión persiste en nuestros días, como evidencia el Índice Global de Esclavitud (GSI, por sus siglas en inglés), elaborado por la citada WFF.

Según el informe de este organismo, publicado en julio de 2018, unos 40.3 millones de personas en el mundo son víctimas de la llamada esclavitud moderna, un término que incluye las situaciones en las que a una persona, mediante amenazas, violencia, coacción, abuso de poder o engaño, se le priva de su libertad para controlar su cuerpo, elegir o rechazar un empleo o dejar de trabajar.

La propia OIT considera dos formas actuales de sometimiento: el trabajo forzoso y los matrimonios forzados.

Casi 25 millones de seres humanos son víctimas del trabajo impuesto por personas o entidades públicas y privadas. Entre ellas, en torno a cinco millones sufren explotación sexual, y más de quince millones se ven obligadas a casarse contra su voluntad.

Los diez países que encabezan la esclavitud moderna son Corea del Norte, Eritrea, Burundi, la República Centroafricana, Afganistán, Mauritania, Sudán del Sur, Pakistán, Camboya e Irán, aunque ningún rincón del mundo está exento de situaciones de explotación.

En Brasil, por ejemplo, un caso denunciado es el de dos hermanos, Elias y Nerisvan Vieira da Silva, que estuvieron encerrados en una granja y en contacto permanente con productos tóxicos.

Elias y Nerisvan fueron amenazados con no recibir paga alguna por su trabajo si intentaban escaparse, según relata la ONG estadounidense “Free the Slaves“, que colaboró con otras organizaciones locales para devolverles la libertad, con lo que hoy han vuelto a trabajar como campesinos en el otro extremo del país.

El caso de estos hermanos tiene mucho que ver con los niños pescadores del Lago Volta (Ghana), los fabricantes de ladrillos de Pahasaur (India), o las 403,000 personas que sufren esclavitud en Estados Unidos, el país más desarrollado del mundo, según los datos del mencionado GSI.

Para la OIT, la vulnerabilidad económica es la principal causa de la esclavitud moderna.

Uno de sus expertos, el brasileño Luiz Machado, explica a Efe por teléfono que “si los salarios no pueden cubrir las necesidades de los trabajadores y sus familias, buscarán otras formas para complementar sus ingresos e intentar vivir decentemente. Una familia pobre acepta cualquier tipo de trabajo para sobrevivir”.

Por lo que se refiere a la explotación por género, la OIT señala que un 71 por ciento de las víctimas son mujeres.

En concreto, las mujeres y las niñas representan el 99 por ciento de quienes sufren trabajo forzoso en la industria del comercio sexual, y llegan hasta el 84 por ciento las que son obligadas a casarse.

Este sistema moderno de explotación no sólo afecta al tráfico de seres humanos en la medida en que las víctimas pueden ser sometidas en el ámbito doméstico y en el propio lugar de nacimiento.

La trata con fines de explotación sexual es un tipo concreto. Por ejemplo, no supone necesariamente el cruce ilegal de fronteras, pero cuando es así puede implicar también tráfico ilegal de personas.

A la joven Joy Amen Omoruyi la captaron en su Nigeria natal cuando confió en quienes supuestamente la ayudarían a llegar a Europa.

Joy pasó por Libia e Italia hasta que la instalaron finalmente en Austria, donde sus tratantes le informaron de que había contraído una “deuda” de 20,000 euros. Fue obligada a prostituirse durante varios meses en las calles de Viena para poder saldarla hasta que consiguió escapar.

Nueve años después, la joven vive en Pamplona (España) y trabaja en Acción contra la Trata (ACT) como auxiliar de mediación para luchar contra la explotación sexual. Su intención es sensibilizar sobre lo que ocurre a miles de mujeres y niñas que salen de países como Nigeria en busca de una vida mejor.

Se sabe poco sobre la práctica de obligar a casarse a las mujeres, una costumbre habitual en ciertas comunidades de África, Oriente Medio, Asia y América Latina.

Según sus propios cálculos, la UNICEF estima que aproximadamente 650 millones de niñas y mujeres en todo el mundo se han casado antes de cumplir los 18 años de edad.