DZILAM DE BRAVO, Yucatán, lunes 25/03/19.- Las tranquilas aguas del puerto de Dzilam de Bravo, ubicado al norte de Yucatán, contrastan con el volar nervioso de gaviotas y pelícanos, “casi como en el siglo XVII, cuando el pirata francés Jean Lafitte y su hermano Pierre llegaban a las costas del poblado pesquero para protegerse de sus enemigos”, dice Eddie Raúl Nadal Marrufo, director de la Casa de Cultura “Juan Acereto Manzanilla”.

—Los antiguos pobladores relataban que nadie conocía el mar de esta región como los hermanos Lafitte, sabían exactamente por dónde llegar para evitar los bajantes cuando huían después de robar cuantiosos botines en el Golfo de México y el Caribe —agrega el maestro jubilado que lleva sangre del pirata en sus venas.

Al igual que varios pobladores, entrevistados, cuenta con orgullo la historia del pirata que nació en Francia en 1780 y murió en 1827 en Dzilam de Bravo.

Los antiguos habitantes encontraron los restos mortales de Jean, quien en 1812 brindó a Estados Unidos más de mil hombres, armas y municiones para combatir contra los ingleses en la denominada Batalla de Nueva Orleans.

—Con esos antecedentes y porque surcó el Caribe, se cree que murió en Louissiana o en algún puerto de Cuba, pero el pueblo de Dzilam Bravo defiende la versión de que aquí en Yucatán están los restos mortales del Jean Lafitte —asevera.

Explica que en el primer cementerio, ubicado a unos metros del mar y que desapareció a causa de la fuerza del huracán “Inés” (7 de octubre de 1966), estaba la tumba del nominado “El héroe de Nueva Orleans”, “El Corsario” o “El Rey de Barataria” que mostraba una placa con la inscripción del año de su nacimiento y muerte.

Los pobladores tenían la tumba como una especie de monumento que denominaron “Las tres cruces” para rendir tributo al pirata hijo de padre francés y madre española.

Ahí pusieron la lápida original desde el 20 de julio de 1960, gracias al apoyo del Club de Exploraciones y Deportes Acuáticos de México (CEDAM), que presidía Pablo Bush Romero; Yucatán Exploring Society, The Middle American Archaeological Society y las autoridades de Dzilam de Bravo, en colaboración con los investigadores Luis González, Alma Reed y Benjamín López Martínez, quienes donaron el Monumento en honor a Jean Lafitte que sigue “atrayendo a turistas de todo el mundo”.

Cualquier persona que llega por los atractivos turísticos y ecológicos que hay en Dzilam de Bravo pide conocer el Monumento dedicado al famoso personaje francés que cometía fechorías contra barcos españoles “que al final eligió este puerto para morir y, sí, era terrible, como cualquier pirata”.

El titular de la Casa de la Cultura comenta que los tatarabuelos relataban que Jean Lafitte llegó al puerto en el siglo XVII con un gran tesoro que escondió en la Isla Pájaros, a unos 300 metros mar adentro de la playa, “pero lamentablemente el lugar desapareció por el huracán ´Isidoro´ (22 de septiembre de 2002)”.

—El corsario dejó un enorme cofre lleno de lingotes de oro y otros tesoros, producto de sus robos en alta mar —asegura el funcionario municipal por la información obtenida de sus familiares, ya que el maestro forma parte del linaje Lafitte por el apellido Estrada.

La versión de Nadal Marrufo, enriquecida con la de varios pobladores, indica que el tesoro sigue en esa región, “siempre vienen personas de la ciudad de Mérida y otras partes de México, así como extranjeros para tratar de encontrar la inmensa fortuna de Jean Lafitte. 

Sin embargo, hay una leyenda terrorífica: nadie se puede acercar a la Isla Pájaros, donde se supone que el tesoro está enterrado, porque el fantasma de un esclavo negro lo impide.

—Pobladores y visitantes cuentan que a veces, mientras disfrutan la puesta del Sol o cuando la noche llega y están exactamente en frente de Isla Pájaros, ven llegar corriendo sobre el mar al esclavo de color, pero sin cabeza y corren del sitio despavoridos —explica.

Evoca las palabras de antiguos pobladores que cuentan que en uno de sus viajes, Jean Lafitte llegó con sus hombres a la Isla Pájaros y dijo: “dejaré aquí mi tesoro, pero sólo uno de ustedes se quedará a cuidarlo. ¿Quién desea quedarse?”.

Sólo debía elegir a un vigilante “y entonces, un tripulante de color levantó la mano y pidió quedarse, pero sus ojos brillaron con avaricia y Jean Lafitte le voló la cabeza. Y desde entonces la leyenda dice que a veces el tripulante negro se asoma para impedir que roben el tesoro del famoso pirata que recibió otro sobrenombre: “El terror del Golfo”, por el comercio de contrabando que ejerció desde muy joven.

La descendencia de Jean Lafitte en Dzilam de Bravo despeja dudas: “hay muchas personas que tienen la piel blanca y los ojos azules, producto de su hija Felipa Cedil Estrada”.

“El apellido Lafitte se pierde, porque él nunca conoció a su hija. En su lecho de muerte, le pidió a un fiel compañero de andanzas por altamar que vele por su familia y, de ser posible, que reconozca a su hijo, jamás supo que tuvo una hija”, revela el maestro Nadal Marrufo.

Algunos pobladores comentan que en esa época, Jean Lafitte llegó al puerto con una esposa de nombre Lucía Allen y después se enamoró de una habitante de Dzilam de Bravo, “se cree que por eso el corsario venía muchas veces”.

El legado de Jean Lafitte en Yucatán es familiar, “porque hay actas de nacimiento de personas muy antiguas que llevan el apellido Cedil, el del otro pirata que reconoció a la hija de Jean”.

“Aquí vivió muchos años un señor que se llamó Inés Estrada Cedil, entonces Felipa sí existió también”, reitera el director de Cultura de Dzilam de Bravo.

MARTHA LOPEZ HUAN