CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando un amigo invitó a James Andrews a la playa a principios de este mes para probar su dron, no le pareció un plan muy descabellado para un sábado por la mañana.

Iba a ser la primera experiencia de James con un aparato aéreo de ese tipo y prometía diversión, pero terminó en desastre.

 “Todo sucedió muy deprisa. No me di cuenta de lo que podía ocurrirme realmente”, le dijo James, de 43 años, a la BBC.

El británico terminó sangrando y con heridas graves por no tomar las precauciones necesarias al usar el aparato. “El dron me golpeó en los brazos y en la cara”.

James, quien vive a las afueras de Radstock, una ciudad en Somerset, al suroeste de Inglaterra, había ido a visitar a su amigo a la playa de Monmouth, en el sur del país, para pasar allí el día.

Su amigo había tomando algunas clases de seguridad sobre su nuevo dron, pero era la primera vez que trataban de hacerlo volar sin ayuda de nadie más.

“El tren de aterrizaje no se desplegaba. El dron estaba volando a más de dos metros sobre el suelo, así que traté de agarrarlo con la mano para que mi amigo pudiera desconectarlo”, explica James.

“Lo sostuve durante unos seis segundos hasta que, de repente, el tren de aterrizaje se deslizó sobre mis dedos. Lo solté inmediatamente y entonces me golpeó en los brazos y en la cara”.

“Podía ver los tendones de mi pulgar derecho y cortes profundos en mis brazos”.

“Me llevaron al hospital, donde los médicos trabajaron para asegurarse de que mis tendones y músculos no quedaban dañados y me pusieron unos puntos de sutura. El dron también me golpeó en el ojo y estuve a punto de perder la vista”, añade.

“Tuve que tomarme unos días libres en el trabajo no remunerados, lo cual ha resultado complicado porque tengo una mujer y dos hijos que mantener”.

Ahora, tres semanas después del incidente, asegura que se está recuperando.

Dice que se ve capaz de volver a usar drones, pero que la próxima vez se asegurará de estar al tanto de todos los riesgos que implica. (Diario de Yucatán)