MÉRIDA.- La zona arqueológica de Ek´Balam, ubicada en el Oriente de Yucatán, contó con una escuela de pintores escribas durante el último tercio del Siglo VIII y los primeros años del IX, manifestaron investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

–En su época de auge, bajo el mando de Ukit Kan Lek Tok’, de 770 a 801 d.C., EK´ Balam contó con una clase de escribas altamente calificados que al mismo tiempo fueron pintores, una escuela reconocida que incluso influyó en la tradición pictórica temprana de Chichén Itzá –coinciden los arqueólogos del Centro INAH Yucatán Leticia Vargas de la Peña y Víctor Castillo Borges, así como Alfonso Lacadena García-Gallo, epigrafista especializado en la cultura maya.

Precisan que al irrumpir en la escena de la pintura tradicional, los calígrafos ofrecieron su experiencia en el uso de la línea como elemento esencial de la representación, “explotando la ausencia de color e incorporando el espacio vacío en las representaciones, de una manera nunca antes vista”.

A su vez, exploraron otras superficies: el convexo de la cerámica y el plano de las piedras de las tapas de bóvedas y muros, haciéndolos más pequeños y parecidos a la superficie tradicional de los códices de corteza.

Los codirectores del Proyecto Arqueológico Ek’ Balam y el doctor Lacadena, de la Universidad Complutense de Madrid, explican que ese sitio fue un lugar de gran producción artística y un foco de difusión que desempeñó un papel importante en el desarrollo de la pintura mural en la región.

Algunas características epigráficas consideradas representativas de Chichén Itzá tienen sus precedentes en Ek’ Balam y se suman similitudes que incluyen la preparación técnica de los aplanados de cal y de los colores.

Los resultados de microscopía electrónica muestran que los pintores itzáes utilizaron arcillas con la misma composición química que hay en Ek’ Balam, las cuales procedían de cuevas o rejolladas de las cercanías, explicación que antes dio la investigadora María Luisa Vázquez de Agredos.

Techos, paredes exteriores e interiores, bóvedas, pisos, banquetas, relieves estucados, escultura arquitectónica, prácticamente toda superficie la usaron los artistas favorecidos por la élite de Ek’ Balam.

Su impronta la dejaron en elementos del Juego de Pelota, el Palacio Oval, las Gemelas, pero principalmente en la Acrópolis, desde el último tercio del siglo VIII y los primeros años del IX.

Los artistas de Ek’ Balam tuvieron la oportunidad de explayarse cuando Ukit Kan Lek Tok’ decidió remodelar por completo la parte delantera de la Acrópolis y se añadieron al nivel de plaza diez recintos de grandes proporciones.

El poderío militar de la ciudad fue el leitmotiv plasmado en murales que se hallaron en fragmentos: guerreros vestidos con vendajes alrededor de las piernas, armados con lanzas, escudos y adornados con tocados de plumas.

También hay figuras de hombres desnudos y sangrantes que pudieran representar a cautivos o a personajes realizando ritos asociados a las batallas, vertiendo sangre sobre objetos rituales. Además, en las escenas aparecen grupos de músicos tocando tambores y raspando astas de ciervo en caparazones de tortuga.

Con la aportación de la doctora Alejandra Alonso Olvera, restauradora del INAH, y otros expertos de esta misma institución y de la UNAM, se ha avanzado en la última década en el análisis de la pintura de Ek’ Balam.