CIUDAD DE MÉXICO.- Han sido miles los casos de bebés que fueron vendidos durante la época del régimen del dictador Francisco Franco, pero nunca se había reportado de alguno de esos menores hubieran terminado en México, y es así como da a conocer la historia de Ligia, una mujer que durante una discusión se entera que fue adoptada durante el período franquista y que llegó al mundo con otro nombre.
Su caso es uno entre miles. Ligia fue una de tantas niñas y niños arrebatados a sus familias en España, durante el régimen del dictador Francisco Franco. Desde el final de la Guerra Civil, a principios de la década de 1940, una red criminal amparada por el estado sustrajo supuestamente a decenas de miles de bebés y los vendió a otras familias.

También los regaló. Primero fue una forma de acabar con los vencidos en la guerra, con su estirpe. Luego se convirtió simplemente en un negocio que trascendió la vida del propio dictador.

La situación de Ligia es extraordinaria, ya que hasta ahora no se había documentado un caso en México. Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España, opina que “habría que investigar si había más familias extranjeras involucradas”.

De momento, Ligia y los abogados de Amnistía han presentado una denuncia por desaparición forzada ante la fiscalía mexicana. Amparados en el derecho internacional, esperan que la justicia mexicana exija a la española que investigue su caso.

Quiero saber si soy un bebé robado del franquismo, una pequeña pieza de aquel mecanismo sistemático de sustracción. Hay una ruptura psíquica cuando siempre has creído que eras una persona y te enteras de que eres otra, el objeto de un tráfico ilegal de niños que operó con impunidad en España. Por eso no sólo quiero saber mi historia, sino buscar justicia para otras como la mía, abrir la puerta contra el encubrimiento”.

Abrazando su historia, Amnistía Internacional ha presentado una querella ante la Procuraduría General de la República (PGR) en México para que se investigue, allí y aquí, la desventura de esta ciudadana de nacionalidad tan mexicana como su acento y tan española como su sangre, “un caso que podría ser constitutivo de desaparición forzada, un crimen de derecho internacional y de lesa humanidad cometido en España durante la Guerra Civil y el franquismo”. Se trata de la primera denuncia presentada en México por bebés robados en España.

Esta organización de defensa de los Derechos Humanos sostiene que el caso se enmarca en el entramado de bebés robados durante el franquismo y los primeros años de la democracia, una práctica sistemática que habría afectado a unos 30 mil recién nacidos “y cuya investigación en España nunca ha fructificado, ni se ha contemplado como crimen de derecho internacional, por lo que las víctimas se ven obligadas a buscar justicia en otros países”.

A Ligia Graciela Ceballos Franco la habían “conseguido” en España por mediación de un arzobispo. Sus padres viajaron a Madrid en 1968 donde según recuerda su padre, les dijeron al llegar: “Les tenemos preparado algo especial. Pero aún no ha nacido”. Viajaron dos meses por Europa y cuando ella nació les avisaron del obispado. “Ya está la niña”. Era blanquita y rubita, como ellos querían.

En mayo de 1968, Nazario Ceballos y Ligia Franco viajaron a Madrid con la esperanza de adoptar a una niña. Cuando llegaron, les dijeron que les tenían preparado algo especial, aunque aún no había nacido. El 29 de mayo de 1968 nació una niña que, por orden de la Diputación Provincial de Madrid, les fue dada en prohijamiento. Según recuerdan los padres adoptivos, les aconsejaron quemar el pasaporte y los documentos de la niña al llegar a México y registrarla allí como si fuera su hija biológica.

El 25 de julio de ese año, Nazario Ceballos y Ligia Franco inscribieron en el Registro Civil de Mérida a Ligia Graciela Ceballos Franco. En el acta de nacimiento se indicó que la niña había nacido el 29 de mayo de 1968, la misma fecha que María Diana, pero como lugar de nacimiento figuraba Mérida. Los padres adoptivos de Ligia, siguiendo las recomendaciones que les dieron, quemaron los papeles de María Diana y registraron a la niña con una nueva identidad.

Fue en el año 2000 cuando a Lily le contaron esta historia y empezó a buscar quién era realmente. Tardó cinco años en conseguir la primera pista: su nombre, o al menos el que figuraba en su acta de bautizo: María Diana Ortiz Ramírez.

En ella, aparecían como sus padres dos nombres sin apellidos: Rafael y Marta. Y una descripción: “Camisa, jubón, pico, faja, toalla de felpa, jersey de lana blanca y mantita de color rosa”.

Esas 16 palabras le atormentan. Es lo único real que ha sabido en estos años sobre aquella niña.

Viajó a España en 2005 para rastrear su historia. Fue un viaje en el tiempo infructuoso. En 2012 regresó incluso con su padre adoptivo. 15 años y varios viajes después aún no sabe de dónde vino, ni por qué. En su mente, muchas preguntas sin respuesta. Todas confluyen en una sola desde que salieron los primeros casos de tráfico de bebés en España: “¿Soy un bebé robado?”.

El robo de bebés fue una práctica en algunos hospitales españoles durante casi medio siglo. Comenzó durante el franquismo: a las mujeres republicanas les arrebataban a sus hijos en las cárceles para exterminar “el gen rojo”.

La práctica continuó durante décadas en las que las víctimas pasaron a ser madres solteras de extracción humilde, sirvientas embarazadas por los señoritos, o mujeres que simplemente tuvieron la mala suerte de caer en un hospital donde alguien estaba dispuesto a pagar por el niño que no podía tener.

“En España se han sellado muchas cosas sobre los bebés robados, se ha impedido a las víctimas progresar en su historia. Se trató de un robo continuado y sistemático durante el franquismo, al principio para que los hijos de los perdedores en la Guerra crecieran como buenos católicos y después como un negocio, con tráfico de influencias y dinero. Yo imagino que mi caso es el segundo. Sé que mi abuelo pagó, pero no sé cuánto”.

Amnistía Internacional subraya que la justicia española siempre ha abordado los casos de bebés robados como “delitos comunes y casos aislados”.

Los tribunales españoles han descartado desde un primer momento la posibilidad de que los delitos de bebés robados pudieran responder a una trama a nivel nacional o ser constitutivos de crímenes de derecho internacional. Y este caso reviste las notas características de una desaparición forzada como crimen de derecho internacional”, sostiene Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España.

Lily cuenta su caso como proyección de otros casos, de otras Lily. “Soy un presunto caso de bebé robado en el franquismo. presunto porque los tribunales aún no lo han dicho. Pero mi caso se quiso tapar, se destruyeron documentos, se robó mi identidad. Eso le pasó a miles de personas”.

– ¿Cómo es su relación imaginada con sus padres biológicos y real con sus adoptivos?

He tratado de no poner una etiqueta a mis padres biológicos, no quiero saltarme cualquier posibilidad, la política o la económica. No toco esa tecla. Y en cuanto a los padres que me criaron, que ya han muerto, es cierto que al saber la verdad se modificó mi relación con ellos, cambió la dinámica de familia por el oscurantismo vivido. Pero ellos fueron buenas personas, me criaron, me quisieron y me dieron todo lo que pudieron. Esta lucha no es contra ellos, sino a favor de la justicia de otras personas que sufrieron como yo.

– ¿Y usted sabe quién es?

 Sí. Sé lo que soy y lo que busco. En México vivo como Lily y cuando voy a España soy Diana. He logrado unirlas a las dos.