MÉRIDA.- El domingo pasado se realizaron las elecciones en todo el país  para elegir al líder juvenil del PAN, aunque en otros estados la sede fueron los comités estatales, aquí en Yucatán los jóvenes decidieron hacerlo “humildemente” en el hotel Hyatt, en donde de 9 de la mañana a 5 de la tarde acudieron 170 jóvenes delegados a emitir su voto.

Hubo dos contendientes: el oficial Alan Ávila Magos y el contendiente de oposición Abraham Aguado Salcido. Como era de esperarse, la cargada de los jóvenes pretendió que gané el oficialista Ávila Magos, como al final sucedió en el país, pero en Yucatán el ganador fue el opositor Abraham Aguado Salcido, para sorpresa de las cabezas y dizque operadores que apoyaban al oficialista

Y es que los jóvenes se cansaron de las falsas promesas de trabajo que les hacían jóvenes como Ileana Canché, los hermanos Eduardo y Carlos Tun López,  Erick Segovia, Amir Sierra, Orlando Gómez, entre otros, cuyo común es que todos ellos trabajan el ayuntamiento de Mérida en diversas direcciones y reciben órdenes de Arturo León, subdirector de desarrollo humano y gente cercana al alcalde Mauricio Vila Dosal.

Así que, cuando ya cansados de ofrecer trabajo y no recibir respuesta positiva para su candidato entró al quite el prepotente de Stiph Várguez Rizos, quien amenazaba a los jóvenes de que cuando Vila gane la gubernatura ni se asomen porque él se va a encargar de vetarlos porque es cercano a Arturo León.

Los jóvenes se cansaron de las amenazas y ganó en Yucatán el opositor Abraham Aguado 110 contra 60 votos del oficialista Alan Ávila. Esto significa una derrota para Vila y su gente, en la que se demostró que Arturo León fue incapaz de convencer a 170 jóvenes para votar por su proyecto. Sólo obtuvieron 60 votos. No saben ganar elecciones.

Además, el soberbio y prepotente diputado local Elías Lixa Abimerhi no dejaba pasar a la prensa, sino sólo a los que él considera que valen la pena; el panista estuvo en el Comité especial de elecciones.

En este contexto, la prepotencia de Stiph Várguez Rizos sólo fue superada por Elías Lixa, quien contravino su discurso en la tribuna del Congreso del Estado, donde exige y alaba la libertad de expresión, cuando en la realidad limita el trabajo de la prensa.