BRASILIA.- La destituida presidenta de izquierda Dilma Rousseff partió ayer de Brasilia para instalarse en Porto Alegre, desde donde promete dar batalla contra su sucesor conservador Michel Temer y sus anunciados planes de ajuste.
Seis días después de ser removida del poder por el Senado, Rousseff, de 68 años, abandonó el Palacio de Alvorada bajo el sol incandescente de la meseta de Planalto, rodeada por un centenar de militantes y varios exministros y legisladores.
La expresidenta descendió de su vehículo y pisó el asfalto regado de pétalos rojos y amarillos en la entrada del predio para saludar a sus partidarios. Allí, detrás de unas gafas de sol, recibió besos, globos en forma de corazón y rosas.
Su gesto fue acompañado por lágrimas y uno de los gritos más usados durante los agitados últimos días de su presidencia: “Dilma, guerrera de la patria brasileña”.
Estoy muy triste, muy triste, sintiendo que el país va a quedar un poco huérfano”, dijo Cecilia Monteiro, jubilada de 56 años, frente al palacio de Alvorada.
Rousseff, elegida en 2010 y reelecta en 2014, perdió su mandato tras un turbulento proceso de nueve meses por manipulación de las cuentas públicas, pero conservó sus derechos políticos, lo que le deja la puerta abierta a una eventual candidatura.
En una entrevista publicada por el diario francés Le Monde, Rousseff dijo que evaluaba presentarse a un cargo electivo en los comicios generales de 2018. “Reflexiono (sobre ello)”, declaró.
La Constitución brasileña impide ejercer más de dos mandatos seguidos. Pero según su abogado, podría volver a presentarse incluso para el cargo de Presidenta de la república.
EFE.-