Por Miguel II Hernández Madero

Las elecciones federales y las locales en Yucatán serán en 2018, a finales de 2017 iniciará el proceso de selección interna de los partidos, para tener candidatos listos en febrero o marzo siguientes…, bueno al menos eso marcan los tiempos oficiales pero en realidad desde este año estamos viendo una promoción de aspirantes en busca de posicionar su imagen y obtener la anhelada nominación de sus respectivos partidos.
Eso implica recursos tanto económicos como humanos, así como también se corre el riesgo de saturar a los electores quienes a final de cuentas recordarán lo ocurrido en los meses previos, corroborando aquello de “la memoria a corto plazo”, en la que únicamente se queda grabado lo añejo, si es desagradable, y lo nuevo, porque es precisamente lo más reciente.

Lamentablemente es como si tuviéramos una ventana al pasado. El mismo tipo de discursos populistas, el mismo tipo de eventos donde se busca llenar, llevando a la mayor cantidad posible de gente, aunque en sí no les importe o no sepan de qué se trata, y el mismo tipo de fotos posadas… todo igual, pero que ya nadie se cree y hasta genera rechazo.

En este primer cuarto del siglo XXI la sociedad mexicana enfrenta nuevos retos y cada día es más demandante, en un país y región donde la inconformidad crece día a día, donde el salario mínimo es insuficiente, donde las políticas públicas son sustituidas por programas asistenciales que atienden el problema inmediato pero que no resuelven la situación, y la desconfianza ante las instituciones crece día a día.

Poner las viejas fórmulas como solución a este panorama es no pensar en el futuro, sino en querer preservar un sistema político que se mantiene por costumbre y no por ser exitoso. ¿Cuál es la diferencia? Simple, cuando las costumbres ya no responden a las necesidades o la realidad social, son cambiadas, a veces de manera gradual y otras de forma violenta, es entonces cuando se habla de revoluciones, no necesariamente armadas, pero sí con cambios drásticos, muchas veces fruto de la desesperación y por lo tanto, no son las transformaciones más adecuadas.

Desde esta perspectiva y en un país que está en riesgo de caerse a pedazos, con más pobres cada año, ¿cuál es el juego de los políticos actualmente? ¿Jugar con la esperanza? Tan malo es eso como el mantener un discurso de odio, lleno de promesas vacías, pero sin soluciones.

Para nadie será sano continuar por eso camino. Con las elecciones en año y medio, el tiempo se agota y podría ser que la sociedad mexicana ya no aguante más.

Hasta la próxima…