Por Miguel II Hernández Madero

(El artículo sólo expresa la forma de pensar del autor no de El Grillo)

MÉRIDA.- El Programa Escudo Yucatán, para el cual se ejercerán millones de pesos, pretende (de acuerdo al mensaje discursivo oficial) recuperar la seguridad de la sociedad yucateca y abatir los índices de delincuencia, mediante el uso de nuevas tecnologías, reforzamiento de los cuerpos de seguridad y reorganización…, en fin toda una belleza que se enfrenta a la desconfianza que inspiran los cuerpos policiacos en la sociedad.

Estudios realizados en 2013 y publicados en 2014, revelan que a nivel nacional la situación se puede resumir de una manera simple: los mexicanos no confiamos en las instituciones, vamos, en muchos casos ni siquiera en los vecinos ni en los familiares.

¿Es México un pueblo desconfiad0? Una lectura fácil sería decir que sí, pero en realidad más que desconfiado está decepcionado. Han sido generaciones de promesas, de sonrisas falsas, de declaraciones entusiastas que no conducen a nada, de atropellos y los mexicanos seguimos en una sorda lucha por subsistir con mayores cargas impositivas, una pérdida en el poder adquisitivo del salario que se mantiene casi estático con mini incrementos anuales que son rebasados por los macro aumentos de la canasta básica, energía eléctrica, transporte y demás.

Así, vivir en México es un desafío que afrontamos día a día, no por gusto o valentía, sino que lo hacemos por necesidad. No hay de otra.

Pero en el caso de la percepción que tiene la sociedad sobre los cuerpos de seguridad, el problema no es la desconfianza. El problema en sí es qué hicieron las instituciones para generarla. Centrémonos en Yucatán donde hasta la década de los ochentas la policía estatal era una caricatura. Cuando entregó cuentas el general Alfredo Navarro Zuloaga a su sucesor el Prof. Miguel Ángel González López, la corporación tenía menos de diez patrullas para toda la entidad y dos autobuses para trasladar a los antimotines donde fuera necesario. Algunas fuentes señalaban que en realidad eran siete las patrullas únicamente.

Desde entonces la corporación se fue transformando a ritmo acelerado. Llegó un momento cuando nos quejábamos de que la ciudad parecía estar en estado de sitio, por el constante paso de patrullas, pero a cambio de ello no se tenía tantos asaltos como ahora, ni secuestros, ni vandalismo. Había delincuencia, tampoco es negarla, pero en contados casos.

Ahora con más elementos, también hay más delitos. Tiendas de conveniencia, agencias y negocios asaltados a plena luz del día. Asaltos en la vía pública, robos en cajeros automáticos, accidentes de fatales consecuencias y más cosas que van llevando el pastel de inseguridad.

A esto sumemos esa desconfianza hacia los uniformados, fruto de arbitrariedades, de cateos aleatorios, sin ningún motivo, de la prepotencia, de las detenciones injustificadas y demás cosas, que con el Escudo Yucatán puede agravarse al darle carta blanca a la policía preventiva, máxime que la policía ministerial ya se fusionó con ella en aras de un “mando único”.

Ojalá que el Escudo Yucatán sea esa panacea que anuncian para curar los males de la inseguridad en la entidad y no se convierta en una Caja de Pandora. Estamos a tiempo de recuperar la paz y las autoridades tienen la oportunidad de ir recuperando esa confianza que perdieron gradualmente entre los ciudadanos.

Hasta la próxima…