MÉRIDA.- Por negligencia de varios regidores, ya se volvió común que comiencen tarde las sesiones del Cabildo de Mérida, como es el caso de la extraordinaria de ayer jueves, la cual comenzó con 40 minutos de atraso.

Además, contrario a lo que sucedía al principio, los ediles convierten la sala del Cabildo en un “salón escolar”, ya que igual que miles de alumnos, cuando no está el maestro arman tremendo alboroto, que sólo cesa cuando el profesor entra, en este caso el “maestro” Mauricio Vila Dosal, alcalde meridano.

Si bien es cierto que al principio de la administración todas las juntas del cuerpo colegiado iniciaban puntuales, con el paso de los meses los ediles “relajaron la solemnidad” y cada vez inician con más atraso.

La demora de ayer fue de unos 40 minutos; hace algunos días fuimos testigos que la reunión del concejo meridano inició con media hora de atraso.

Incluso, pudimos observar como cuando el alcalde Mauricio Vila no está los regidores “hacen fiesta”, pues se carcajean a todo volumen y hacen chistes y bromas, olvidando que están presentes medios de comunicación y demás personas que en silencio observan su cotorreo llevado al extremo.

Eso es algo que en ocasiones anteriores no se había visto; si bien es cierto que no tiene nada de malo hacer un comentario gracioso antes de empezar la junta, también es cierto que hay que guardar decoro y respeto por la investidura.

Hace unos días, uno de los que casi se atraganta de tanto carcajearse era el edil Primo Martínez Semerena, uno de los más flojos y quien faltó un mes entero a su trabajo en la Comuna, quien junto a otros panistas dieron muestra de la euforia que se vive antes de que llegue su jefe, o sea, el presidente municipal.

Por arte de magia, cuando Vila ocupa su curul todos se callan y guardan las formas, lo que deberían hacer en todo momento, no solo cuando el alcalde esté presente pues le deben respeto a todos los meridanos.

Los señores regidores olvidan que los observan ciudadanos y empleados municipales que bajo ninguna circunstancia pueden hacer lo que los concejales hacen, ya que de lo contrario les llamarían la atención.

Una persona que acudió a presenciar la sesión dijo en voz baja cuando observó esta situación: “esto está peor que un salón de clases”.