PROGRESO.- El lunes pasado concluyó la temporada de pesca de langosta, que se inició el 1 de julio pasado, de modo que ayer martes arribaron los barcos de la flota mayor que se dedicaron a la captura del crustáceo durante ocho meses,  en la zona del arrecife Alacranes y Cayo Arenas.

Cada uno de los 20  pesqueros dedicados a la pesca de esa especie trajo unos 350 kilos, que se capturaron por  medio de trampas y el sistema de buceo a pulmón y compresora. El producto fue descargado ayer mismo y después de su procesamiento será enviado al mercado turístico de Cancún y Riviera Maya, principales clientes del crustáceo.

La temporada de langosta va del 1 de julio al último día de febrero, que en este año concluyó el lunes 29. A partir de ayer martes el crustáceo se encuentra en veda, junto con el mero, pulpo y pepino de mar.

Los pescadores aprovecharon el buen tiempo que prevaleció el último día de la temporada langostera, así que el lunes por la tarde, recogieron los equipos y trampas que utilizaron durante los ocho meses de la pesca.

Unas 10 embarcaciones usaron trampas para la pesca del crustáceo como el Propemex Y-15-G, que estuvo al mando del patrón Gabriel Villa, quien explicó que usaron 180 trampas que depositaron a profundidades de 25 a 38 brazas (cada braza mide 1.5 metros).

El Propemex Y-15-G trabajó por la zona de Cayo Arenas,  mientras que otros pesqueros lo hicieron por las inmediaciones del arrecife Alacranes. Los períodos de pesca fueron de 20 días en altamar, explicó Gabriel Villa, cuyas capturas fueron de entre 400 y 500 kilos por viaje.

El patrón del Propemex Y-15-G señaló que la temporada de langosta fue buena, a los pescadores les fue bien, por viaje ganaban unos $7,000, ahora esperaran a que concluya la veda del mero para avituallar las embarcaciones y sumarse a esa pesquería.

Además de colas de langosta que trajo la mayoría de los barcos langosteros, también se descargó (langosta) viva que se capturó por medio de trampas y se les mantuvo vivas en tambores con agua, después que descargaron los cien kilos (vivas)  las trasladaron al local de la cooperativa Sisal que emplea un sistema para mantenerlas vivas hasta su venta.