Por Miguel II Hernández Madero

(Este artículo sólo refleja la forma de pensar del articulista no del portal El Grillo)

Yucatán tiene en ascenso los índices de violencia e inseguridad, cosa curiosa si tomamos en consideración el intenso patrullaje de la policía estatal, municipal y ahora hasta con la presencia de la Gendarmería.

Pero pese a los asaltos, robos a casa habitación, incidentes con sujetos armados, acuchillados, ajustes de cuentas y asesinatos, se insiste en cerrar los ojos y de manera oficial presumir la “tranquilidad de Yucatán” y vender su imagen como la entidad más segura.

O sea, mantener la idea del “aquí no pasa nada”…, pero sucede que sí pasan cosas y los ciudadanos no saben ni a quién recurrir pues igual se está expuesto a sufrir arbitrariedades por sujetos que portan un uniforme, pero que no lo dignifican, ni mucho menos lo respetan. Afortunadamente, lo reconozco públicamente, hay integrantes de los cuerpos de seguridad pública quienes  siguen una vocación y saben que su responsabilidad es con México. Ojalá cada vez haya más de ellos.

Pero en el caso de la inseguridad que aumenta en Yucatán, curiosamente los casos son minimizados, a veces con el pretexto de “no entorpecer las investigaciones” y otras simplemente para que la opinión pública “no se alarme”. Pero negarlo no es darle solución. Frente a los problemas lo primero que se debe hacer es reconocerlos, identificar a los sectores afectados y actuar, en vez de encerrarse a preparar declaraciones bonitas que no solucionan y que ya poca gente cree.

Añoro el sentimiento de seguridad que se tenía cuando se caminaba en las noches por las calles del centro y por algunas partes de Mérida. Ahora atravesar zonas como San Juan, Mercado San Benito, Mejorada, y otras, en realidad es un desafío a la valentía. Los mismos locatarios de los mercados municipales Lucas de Gálvez y San Benito reconocen que de noche es un peligro la zona y hay muchos asaltos, pese a tanta vigilancia.

Mérida ya no es la ciudad tranquila, inmaculada, de ensueño. Su belleza es incuestionable, pero su clima ha cambiado, sin que por ello debamos culpar a los “fuereños”, como muchos se apresuran a dejar salir sus prejuicios. Mérida y Yucatán han cambiado por nosotros mismos, quienes hemos dejado que la seguridad se nos vaya de las manos al no exigir y simplemente aplaudir a quienes no hacen más que preparar discursos, repartir sonrisas fingidas y no darle solución a las demandas sociales a través de programas públicos que atiendan de fondo las necesidades detectadas.

Y así como el año inició con hechos de sangre en pleno centro de la ciudad, en febrero hemos tenido varias muertes violentas (incluso con un uniformado como presunto homicida en uno de los casos), asaltos y robos. La espiral va subiendo y crece, sin que parezca tener freno, ojalá no estés viendo el inicio de un prolongado lamento por la tranquilidad que se va, quizá para nunca volver.

Hasta la próxima…