MÉXICO.- Un manantial humano se precipitaba a la plaza más grande del mundo desde la hora del sorteo.

No cabía un alfiler en los alrededores de la Monumental de Insurgentes.

Cartel de «No hay billetes» en La México y lleno a reventar en todos los establecimientos cercanos.

Apenas unas horas tardaron en venderse las entradas desde que salieron a la venta en noviembre.

Y los días previos al gran acontecimiento la reventa continuaba haciendo su agosto a precios estratosféricos: unos hablaban de cinco mil euros, otros de más de siete mil.

Una locura en cualquier caso, como la locura desatada en la plaza desde que apareció José Tomás en el monumental escenario, aunque el triunfador sería luego Joselito Adame.

Emoción de principio a fin desde que salió por chiqueros el primer toro, de la ganadería de Los Encinos, Bellotero de nombre, número 40 y de 522 kilos.

Carente de casta y fondo, el maestro de Galapagar derrochó una entrega sin límites por ambos pitones.

Hubo naturales muy templados, con ligazón y en terrenos donde se asusta al miedo, muy jaleados por los más de cuarenta mil espectadores que colmaban la plaza.

Tanta fue la disposición y el compromiso del matador que sufrió dos feas volteretas y acabó con la taleguilla rota y los pitones en el cuello (parecía llevar un varetazo), por fortuna sin cornada.

No le importó a José Tomás, que volvió a la cara del toro sin mirarse y enterró un espadazo.

Cortó una oreja, con ligeras protestas, por lo que optó por no dar la vuelta al ruedo.

Pinchó el posible premio en el tercer toro, noblón pero falto de casta, al que consintió y con el que hubo muletazos con su sello.

La decepción se apoderó en el quinto, protestado por no andar sobrado de cara. Tampoco agradó el sobrero de Xajay y hubo algunos abucheos al final de la faena.

Tras la esa decepción, Joselito Adame tuvo todo a favor de obra en el sexto, el mejor del encierro.

Muy dispuesto el hidrocálido desde el saludo con dos largas de rodillas y el vistoso quite por zapopinas.

Aprovechó el buen pitón izquierdo del ejemplar de Los Encinos en una faena a más, que tuvo su punto álgido en un arrimón que encandiló a los espectadores.

Mató de un espadazo recibiendo, que precisó de un golpe de verduguillo y cortó las dos orejas -con algunas protestas- en una obra que había brindado a José Tomás.

Con los dos anteriores, mostró su disposición pero estuvo desacertado con el acero en una tarde muy importante para Adame.

Tres horas y cuarto después del comienzo del mano a mano, Joselito se marchaba por la puerta grande mientras José Tomás, que logró un histórico lleno, abandonaba la plaza a pie.

La figura de Galapagar no toreaba en este ruedo desde 2007.

Por aquel entonces no se llenó el coso, pero ahora la leyenda y el misterio habían crecido.

José Tomás tiene sangre mexicana desde la brutal cornada de «Navegante» en Aguascalientes, donde estuvo a punto de perder la vida.

A la tierra hidrocálida regresó el pasado año en una tarde de triunfo y máxima expectación.

Esta vez la expectación era gigantesca, con un lleno histórico, pero faltó el éxito en el marcador.