MÉXICO.- El estilo de vida urbano favorece la diabetes, una “emergencia en cámara lenta”, según los expertos, que se deriva de hábitos poco saludables y que afecta profundamente a México.
Richard de Pirro, arquitecto y maestro en diseño urbano de la Universidad de Harvard, define este mal como la crisis de casos de diabetes en ciudades derivados de “estilos de vida propiamente urbanos”.
Según el programa “Ciudades cambiando la diabetes”, que estudia patrones de esta enfermedad en distintas urbes, incluida la capital mexicana, dos tercios de la población mundial que padece diabetes vive en zonas urbanas.
En una entrevista con Efe, De Pirro indicó que la vida en ciudad fomenta “un problema de hábitos, posibilidades y exigencias” que ha dado lugar a que la diabetes sea, junto con la obesidad, el principal problema de salud en México.
Es una “emergencia en cámara lenta” porque “los efectos no son inmediatos” de una enfermedad que en México tiene “niveles alarmantes”, dijo el también profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por ejemplo, la división entre zonas residenciales e industriales en Ciudad de México impide a sus habitantes “tener una vida mucho más peatonal”.
Los ciudadanos se desplazan durante horas de un lugar a otro cada día y eso les “obliga a comer en sitios de comida rápida”, señaló el urbanista.
Además, dijo, “la vida en la ciudad es muy intensa” y “la gente está más ocupada”. Eso evita “cuidar su salud”.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), 15,9 % de la población mexicana padece diabetes, más del doble del promedio de 6,9 % constatado por este organismo.
Rodrigo Figueras, médico especialista en diabetes y obesidad, señaló a Efe que la dieta del mexicano urbano es “desordenada” y “generadora de obesidad y diabetes”.
Habló de una alimentación “extraordinariamente alta en carbohidratos” por el abuso de tortillas, arroz y pan.
Además, agrega el médico, el mexicano urbano promedio no bebe agua, sino refrescos azucarados.
El refresco “es muy fácil de adquirir, es adictivo”, argumentó.
Emilio, encargado de un puesto de tacos en una zona de oficinas cerca de la avenida Paseo de la Reforma en la capital mexicana, contó a Efe que atiende entre 100 y 150 clientes al día.
“Lo que más me piden son los taquitos de bistec con queso (…), que se pueden acompañar con salsas, nopales y papas”, detalló, al asegurar que el refresco es la bebida con la que sus clientes acompañan los alimentos.
Este hombre vende cada día entre tres y cinco cajas con 24 botellas de refresco cada una.
Sinué Soto es cliente frecuente de puestos callejeros como el de Emilio, aunque también visita establecimientos de tortas, hamburguesas y frituras.
Aun así, reconoce los riesgos de salud que implica comer en la calle.
El doctor Figueras reclamó, como primera medida, disminuir “el precio del agua embotellada, que hoy está a la par o más cara que el refresco”.
Y De Pirro resaltó la necesidad de “promover el movimiento no motorizado”, crear ambientes seguros para peatones y ciclistas, e impulsar espacios de recreación para detener la diabetes urbana.
“Hay que cuidar muchos aspectos de la vida de los ciudadanos (…) si queremos realmente tener un impacto y cambiar el rumbo de la estadística”, defendió.