MÉXICO.- Un tipo de antiácidos llamados inhibidores de la bomba de protones (IBP) podrían vincularse con el daño renal a largo plazo, sugiere un nuevo estudio. Prilosec, Nexium y Prevacid pertenecen a esta clase de fármacos, que tratan la acidez y el reflujo ácido al reducir la cantidad de ácido producida por el estómago.
Las personas que usan IBP tienen un riesgo entre un 20 y un 50 por ciento más alto de desarrollar una enfermedad renal crónica que los no usuarios, dijo el autor líder, el Dr. Morgan Grams, profesor asistente de epidemiología de la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore.

El estudio aparece en la edición del 11 de enero de la revista JAMA Internal Medicine.

El estudio no establece una relación causal directa entre los fármacos y la enfermedad renal crónica. Pero, según Grams, “hallamos un riesgo creciente con una dosis creciente. Eso sugiere que quizá el efecto observado es real”.

En 2013, más de 15 millones de estadounidenses utilizaron inhibidores de la bomba de protones, según las notas de respaldo.

Pero hasta el 70 por ciento de esas recetas se han emitido de forma inadecuada, y el 25 por ciento de los usuarios a largo plazo podrían dejar de usar los fármacos sin sufrir un aumento en la acidez ni en el reflujo ácido, dijeron los autores del estudio.

El uso de antiácidos recetados ya se ha vinculado con problemas renales a corto plazo, como lesión renal aguda y una enfermedad renal inflamatoria llamada nefritis intersticial aguda, dijo Grams.

Ahora, estudios más recientes muestran un vínculo entre los fármacos y la enfermedad renal crónica, en que los riñones pierden su capacidad de filtrar la sangre de manera efectiva.

Con el tiempo, la enfermedad renal crónica puede conducir a la insuficiencia renal, obligando a una persona a someterse a diálisis regular, y tal vez a un trasplante de riñón, según los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU.

En este nuevo estudio, los investigadores usaron datos sobre el uso de los inhibidores de la bomba de protones, reportado por los mismos usuarios, entre más de 10,000 personas que participaban en un estudio nacional sobre el endurecimiento de las arterias. Los investigadores también evaluaron las recetas de IBP emitidas a casi 250,000 pacientes ambulatorios de un sistema de atención sanitaria de Pensilvania.

Desde el inicio, los usuarios de IBP de ambos grupos eran más propensos a tener problemas de salud, como obesidad, hipertensión y problemas cardiacos, anotó el estudio.

En ambos grupos, los investigadores asociaron el uso de los fármacos con un mayor riesgo de enfermedad renal crónica durante diez años.

Los investigadores también compararon a las personas que usaban los medicamentos una vez al día con las que los usaban dos veces al día. Hallaron que el uso dos veces al día se asociaba con un aumento del 46 por ciento en el riesgo de enfermedad renal crónica, frente a un aumento del 15 por ciento en el riesgo entre los que tomaban una dosis al día.

Nadie está seguro sobre cómo los fármacos podrían dañar a los riñones, pero hay un par de teorías destacadas, dijo Grams. Los medicamentos podrían provocar que los niveles de magnesio del organismo bajen, y una falta de ese importante mineral podría dañar a los riñones. Los riñones también podrían dañarse con el tiempo si los pacientes sufren ataques repetidos de inflamación renal aguda debida a los inhibidores de la bomba de protones.

Los gastroenterólogos ya tienen cuidado con el uso de estos fármacos, porque se han relacionado con otros problemas de salud, como fracturas óseas e infecciones con C. difficile y neumonía, dijo el Dr. Arun Swaminath, director del programa de enfermedad intestinal inflamatoria del Hospital Lenox Hill, en la ciudad de Nueva York.
“Hemos comenzado a limitar la cantidad de tiempo y la cantidad de medicamentos que se toman”, explicó Swaminath.

Dado que el nuevo estudio no es un ensayo clínico, no prueba que el uso de IBP provoque una enfermedad renal crónica, apuntó el Dr. Kenneth DeVault, presidente del Colegio Americano de Gastroenterología (American College of Gastroenterology) y catedrático de medicina de la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida.

“Esos tipos de estudios, sobre grandes cantidades de datos, pueden a veces sugerir una señal de que algo sucede, pero no creo que lo prueben”, dijo DeVault.

Es posible que los usuarios de los fármacos sufran una enfermedad renal crónica con una mayor frecuencia porque tengan una peor salud en general, planteó.

Grams apuntó que los autores del estudio intentaron abordar ese problema al comparar a los usuarios de IBP con personas que usaban otros antiácidos, llamados bloqueadores H2. Ambos grupos de pacientes tendían a tener una mala salud equivalente, pero los usuarios de los IBP presentaban un riesgo de enfermedad renal crónica un 39 por ciento más alto, dijeron los investigadores.

Aunque este estudio no debe hacer que nadie deje de tomar los inhibidores de la bomba de protones de forma impulsiva, las personas que los usan con regularidad deben hablar con el médico sobre si realmente los necesitan, aconsejaron Grams y DeVault.

“Si no necesita esos fármacos, no debería usarlos”, enfatizó DeVault. “Dicho esto, hay pacientes de reflujo con acidez que de verdad necesitan los IBP para ayudarles con sus síntomas”.

Los médicos también podrían optar por recetar un bloqueador H2 como Pepcid, Tagamet o Zantac. “Para mí, es una alternativa más barata y más segura que podría funcionar igual de bien en algunos pacientes”, comentó Swaminath.

HOLA DOCTOR.-