MÉRIDA.- A Patricio Patrón Laviada y a Ana Rosa Payán Cervera los separa un odio, pero los une su obsesión por el poder y por la traición, además de que ambos se sientes inmaculados, santos y redentores de la política.
Luego de un gobierno malo, Patricio abandonó al PAN y dijo que lo hacía porque los panistas eran lo mismo que los priistas. No refrendó su militancia y ahora, al cabo de la vejez y sin ser panista, se entromete en todo y quiere seguir dictando órdenes.
Claudio Coello definió a Patricio como un dictador, que reprimió a todos los panistas que pudo, con su mente cerrada, pero a sus amigos les dejó manga ancha para que hicieran y deshicieran en el gobierno.
Patricio, con su escasísima inteligencia, cree que es el redentor de la política y se siente inmaculado, de modo que ahora quiere manipular al PAN sin ser panista. No podemos decir que se retire a cuidar a sus nietos, porque todavía no los tiene.
Ana Rosa por su parte, también se siente la redentora de la política yucateca y ha dicho que daría su vida por Mérida. Traicionó al PAN en 2007 y de premio Ivonne Ortega la puso en el INAIP. Ayudó al tricolor a que el PAN perdiera, y aun así en 2012 la hicieron candidata a diputada local pluri.
Sin embargo, volvió a traicionar al PAN y no asumió la curul cuando le correspondía y se fue de candidata de Movimiento Ciudadano, para tratar de hacer perder de nuevo al PAN.
A Patricio y a Ana Rosa los une una enfermiza obsesión por el poder y por sentirse inmaculados, de modo que son iguales, aunque se odien, a lo mejor de ahí nace el odio mutuo.
Ningún dirigente ha tenido la capacidad de poner en su lugar a Patricio ni a Ana Rosa, simplemente porque llegan al poder como títeres y por tanto sin fuerza.