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MÉXICO.- En Estados Unidos y en Europa, la lista de museos y galerías que prohíben el uso de los famosos “selfie sticks” dentro de sus instalaciones, crece cada día.
Es una batalla ganada por los verdaderos amantes del arte que ya están hartos de ir sorteando turistas pertrechados con celulares y tabletas, que sacan fotos a las obras expuestas sin saber qué están retratando y, sobre todo, se hacen “selfies” con las más populares, como si de un telón de fondo se tratara. Decimos que es una batalla, pero no la guerra. Algo es algo.
La idea de prohibir los “selfie sticks” empezó en los grandes centros de arte de Nueva York. El MoMA y el Cooper Hewitt fueron los primeros; les siguieron el Guggenheim y el Museo de Bellas Artes de Boston.
A los pocos días, ya se habían sumado los 19 museos del complejo del Smithsonian en Washington, que además ha prohibido los tripies y los monopods. Y si vas al destacadísimo MET, ¡ni se te ocurra sacar el palo para sacarte una selfie!
El primer museo europeo en adoptar esta norma ha sido la prestigiosa Galería de los Ufizzi de Florencia (Italia), que se ha visto en la necesidad de recordar a los visitantes, dada la creciente fiebre por los “selfies” con palo, que las reglas de comportamiento limitan las fotos a aquellas que se puedan tomar a la distancia máxima de un brazo extendido.
En España, el Museo del Prado prohíbe estrictamente tomar fotografías (con o sin palo). En Ámsterdam, los museos Hermitage y Stedelijk son otro par de ejemplos. Y la lista continúa creciendo, día tras día.
Si nos detenemos a pensar en el asunto, surgen varios temas dignos de conversación. Por ejemplo, esas fotografías horrorosas, tomadas a toda prisa con un smartphone, sin encuadre, que solo sirven para documentar nuestro paso por Facebook, ¿sirven solo para presumir que estuvimos allí, o para llevarnos un recuerdo (el detalle, la mirada, la perspectiva) de una obra de arte? Si es esto último, ¡ya hay postales maravillosas y a precios ridículos!
Como bien dice la periodista Estrella de Diego, en un artículo publicado en el diario español El País, de repente, las grandes obras de arte de todos los tiempos se han convertido “en monumento de consumo, testigos de unos viajes en los que miramos sólo a través del encuadre del móvil o la tableta”.
¿Por qué no me gustan las fotos en los museos y por qué detesto las “selfies”? Porque, en el fondo, tomar fotos de cada instante de la vida es dejar de vivirla. Lo mismo ocurre si hacemos fotos de la Gioconda o del Guernica, dejamos de mirar las obras y saborearlas para solo dejar constancia de nuestro paso por las redes sociales. Y para eso, ¡mejor no salir de casa!
Actitud fem.-