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MÉXICO, D.F.- Una frase, unas cuantas palabras, un concepto, marcaron formalmente el regreso a la arena política del ex presidente Felipe Calderón. Y El Hijo Desobediente apretó donde más le duele al actual gobierno priista. Punzó en la zona más sensible, en la que brota pus:
“Los panistas gobernamos con honestidad, con transparencia, con autoridad y con plena rendición de cuentas”, dijo Calderón el domingo en Querétaro, en el reencuentro —no confundir con reconciliación— con Gustavo Madero, rodeados de quienes fueron candidatos presidenciales en 1994 y en 2012: Diego Fernández de Cevallos y Josefina Vázquez Mota, respectivamente.
Sí: Francisco Pancho Domínguez, candidato panista a la gubernatura queretana, hizo el milagro de reunir, al menos para la foto, a Calderón y a Madero, rivales dentro del PAN pero que, hoy, aceptan juntarse en público para intentar ganar Querétaro y otras plazas.
Para el panismo, la pregunta es: ¿estarán Gustavo y Felipe acompañando también, por ejemplo, a la Cocoa Calderón en Michoacán? ¿O a Cantú en Nuevo León? ¿Y a Jorge Camacho en Guerrero? ¿Y a los demás candidatos a gobernadores por el blanquiazul que contenderán el próximo 7 de junio?
La reaparición de Calderón en Querétaro cerca de Gustavo Madero —juntos, aunque no revueltos ni reconciliados— tiene dos lecturas. La primera, de carácter estrictamente partidista: a pesar de sus diferencias, Calderón y Madero aceptan mostrarse en público para enviar un mensaje de unidad en torno al panismo, más allá de diferencias, críticas mutuas, altercados verbales y posturas contrarias.
Para el PAN, lo ocurrido el domingo en Querétaro parece enviar, al mismo tiempo, la señal de que han aprendido una lección: al gobierno le conviene un panismo dividido, fracturado, enfrentado y debilitado, en consecuencia, ante las urnas. Como la pongan: haber reunido a Madero y a Calderón —algo que muchos apostaban como un imposible— fue un acto atinado y redituable para el panismo.
“Esto contradice a todas esas maledicencias que tratan de pintar al PAN como un partido derrotado, dividido y que perdió su fuerza”, dijo Madero en Querétaro.
“Hoy es un día para apoyar a los candidatos; ya habrá tiempo de abordar los temas del partido que son preocupantes”, advirtió Calderón.
Lo dicho: Calderón y Madero, reencontrados, sí, pero no reconciliados; cercanos, pero no juntos, más por motivos de real politik que de convencimiento personal. Por conveniencia más que por convicción.
Pero el efecto Querétaro tiene también una segunda lectura, de forma y de fondo.
Y ese escenario es, nada menos, que la voz de Calderón erigiéndose como crítico del PRI, punzando en lo que, de manera innegable, le duele al gobierno peñista y al priismo tradicional: la falta de transparencia, la ausente rendición de cuentas como método de gobierno de los priistas.
Calderón sabe perfectamente dónde apretar al PRI, en momentos en los que escándalos como la Casa Blanca, el Grupo Higa, Malinalco, y otros más, debilitan, pasman y exhiben al régimen priista, precisamente por la opacidad que permea y la sospecha de tráfico de influencias y de conflictos de interés que se asoman de manera indiscutible.
El ex presidente le dijo a los panistas dónde pegar y, por unos minutos, se asumió en Querétaro, por encima de Gustavo Madero, como el líder real del PAN a menos de noventa días de las estratégicas elecciones intermedias.
Madero habló. Calderón atacó.
Calderón fue a decirle a los panistas por dónde hay que pegarle al PRI: por su falta de transparencia, de honradez y de rendición de cuentas. Donde les duele. Donde los dobla.
Y lo hace justo días después de que en cónclave panista se decidió “no atacar al Presidente” durante las campañas electorales de cara al 7 de junio. La estrategia de Calderón es diferente a la de Madero: en campañas políticas hay que cuestionar al partido en el poder, explotando sus debilidades, señalando sus errores, machacando en sus excesos.
El mensaje fue para Pancho Domínguez, quien tiene fuertes posibilidades de arrebatarle al PRI la gubernatura. Y también para los otros candidatos con gran chance de obtener triunfos: para su hermana Luisa María en Michoacán, para Felipe de Jesús Cantú en NL. Para todos los que lo quieran escuchar.
La reaparición de Felipe Calderón se da en momentos en los cuales el gobierno peñista atraviesa por una crisis de credibilidad para la cual no se ve salida, y en los que Acción Nacional se posiciona en las encuestas cada vez más cercano al PRI en cuanto a intención del voto. Saben los panistas que es la hora de apretar.
El 7 de junio es elección clave para México.
El 7 de junio define, en parte, a 2018.
El 7 de junio es a matar o morir.
Y por eso regresó Calderón.
Excelsior