LOS ÁNGELES.- David Cronenberg (Toronto, 1943) es una máquina de titulares. Quizás el director canadiense esté de vuelta de todo, o tal vez simplemente a este bicho raro del mundillo no le interese la diplomacia. El caso es que le bastan cinco minutos para disparar al menos cuatro frases de impacto seguro. Y el número se irá multiplicando en media hora de encuentro con un grupo de periodistas de varios países.
“No tengo relación con Hollywood”, arranca, enfundado en una americana y en sus magnéticos ojos azules. Quizás por eso Cronenberg ha podido rodar desde la distancia un retrato despiadado de egos y delirios del corazón del cine. Se titula “Maps to the Stars”.
“No odio Hollywood, pero no tengo ganas de hacer una película allí. Siempre he sido un director indie, y quizás por eso mis filmes suelen ser coproducciones entre Canadá y Europa”, remata. De hecho, al creador de “Crash”, “La mosca” y “Una historia de violencia” ni siquiera le apetecía rodar un largo sobre ese mundillo. Lo convencieron el guionista Bruce Wagner y sus libros sobre el surrealismo que vive en los cerebros de Hollywood: “Hace 10 años me dijo que tenía un guion y pensé que podríamos hacer una película”.
La década de retraso se debe a la dificultad para conseguir financiación para rodar en la Meca de las superproducciones. “Hollywood es un lugar físico, con su pasado y con su poder todavía enorme. Había que filmar allí”, agrega Cronenberger en la charla, celebrada en el pasado festival de Cannes. Una vez obtenido el dinero —nótese la paradoja de que Estados Unidos esta vez participa en la producción—, el director se acordó de Julianne Moore, a la que hacía ocho años había implicado en el proyecto. Seguía disponible y aceptó el papel de una diva dispuesta a todo por la fama.
Alrededor de Moore, el cineasta reclutó un reparto de estrellas lanzadas a humillar a las estrellas. John Cusack, Carrie Fisher y Robert Pattinson entre otros aceptaron reírse de sus propias tinieblas. Porque el filme exagera, pero hasta cierto punto. Así, el guionista Wagner empezó su carrera como el conductor de limusinas del filme. Y Cusack identificó su infancia con Benji, insufrible niñato ególatra cuyo éxito es proporcional a las ganas de agredirle.
“El 72,5% del trabajo está hecho una vez escogido el reparto. Buena parte de la tarea de un director es el casting”, defiende Cronenberg. Entre tantos divos, el director escogió también el exvampiro de “Crepúsculo”, Pattinson, quien le pedía a “Maps to the Stars” un poco de sombra: “Me dijo que buscaba un rol pequeño en un contexto amplio. Pero no creo que haya salvado su carrera. Hay niñas gritando allá a donde vaya”.
Pattinson se quedó con el único personaje decente en un entorno despreciable. Aunque la tendencia a teñir sus historias de negro es una marca de casa Cronenberg. Entre tipos que se excitan con los accidentes de coches y apacibles señores que esconden un pasado de tiroteos, el canadiense nada cómodo en la violencia. Y eso que asegura que no ha hecho “más que comedias”. Aunque, menos provocador, añade: “Nadie quiere ver películas donde todo vaya bien. Yo tengo la tendencia a mirar hacia el lado oscuro. Busco iluminar algún aspecto de la vida que no tiene suficiente luz y así es como acabo en la oscuridad”.
Es el legado que le dejó la que iba a ser su profesión: científico. Y de ella Cronenberg también ha heredado la costumbre de ceñirse a la realidad: “Soy ateo, no creo en los fantasmas. No soy paranoico y diría que nada me da especialmente miedo”. ¿Ni la muerte? “No estoy totalmente cómodo con la idea de mortalidad. Pero es inevitable y no creo que haya nada después. A veces creo que el fallecimiento es una libertad. Piensen en las personas que sufren atadas a una máquina”.
Libertad, para Cronenberg, es también su cine. Es decir, hacer y contar lo que le apetece. Y alejarse de las superproducciones: “A veces estoy atrapado en un avión, acabo viendo estas películas–man y sacudo la cabeza. Spiderman, Batman, Superman: me parecen estúpidas y aburridas. Amé esos tebeos pero nunca pensé que se gastarían 200 millones en filmes sobre eso. La idea de contar con tanto dinero es seductora pero jamás haría algo tan limitado a un público adolescente”. Otra indirecta, otro titular. El último del encuentro con Cronenberg, que acaba. Pero habrá más. Basta darle cinco minutos y un micrófono.