
La euforia de fin y principio de año
Después de haber celebrado las grandes fiestas de Navidad empatamos con las de Año nuevo en medio de gran algarabía, música, abrazos, montañas de buenos propósitos, abundante dosis de optimismo y una confianza ilimitada en lo que la buena suerte nos pueda traer para el año 2015. Así es cada año, y éste no es la excepción. Estar de estreno siempre nos ilusiona: una casa, un vehículo, la ropa, un juguete, un año…
Estrenar es emocionante, rompe con la rutina y nos hace disfrutar, aunque sea momentáneamente, de las cosas buenas de la vida. Y eso es porque este mundo pasajero, no puede ofrecernos más que una alegría pasajera. No hay que olvidar que no podemos dejar a la casualidad, a la buena suerte y a otros factores el éxito, los logros y frutos que queramos cosechar en el año nuevo. Se cosecha lo que se siembra. Bien dice la sagrada biblia que “los que siembran entre lágrimas, cosecharán con gritos de alegría” (Sal. 127,3). Ciertamente, hay que confiar en Dios. El evangelio es muy claro al respecto al decirnos que las aves del cielo no siembran, sin embargo el Padre del cielo las alimenta (Mt. 6,26). La sabiduría popular nos presenta la otra cara de la moneda que frecuentemente se nos olvida: “a Dios rogando y con el mazo dando”. Es decir, “ora y labora”. Así de sencilla es la vida, no la compliquemos, ni la desperdiciemos inútilmente.
La dolorosa realidad en la que vivimos
Queramos o no queramos, por todas partes, se ve, se oye, se siente que las cosas no andan como quisiéramos. Hace 20 años, el pueblo mexicano tuvo un brusco despertar a una nueva y dolorosa realidad con el levantamiento zapatista en Chiapas. Indígenas cansados de años de marginación, explotación, vejación y empobrecimiento, irrumpieron bruscamente en escenario nacional exigiendo ser escuchados y el respeto pleno a sus derechos. Hace 17 años en Acteal, Chis., un grupo indígena fue masacrado. Este hecho, permanece aun vivo en la memoria histórica de nuestros pueblos indígenas quienes siguen esperando y exigiendo a gritos justicia y verdad en torno a estos hechos. Este año que está por terminar, además de la violencia, desaparecidos y masacrados por el crimen organizado, aparece en escena el caso de los normalistas de la normal de Ayotzinapa, conocido y repudiado por todos. 43 desaparecidos no son cualquier cosa. Lo importante no es la cantidad, sino la verdad en torno a estos recurrentes actos de barbarie, signos expresivos del deterioro del tejido social. Definitivamente, este no es el México que queremos, pero tal vez sea el México que merecemos por nuestra apatía e indiferencia.
Todos somos México
Pocas veces a lo largo de la historia la sociedad se ha movilizado en la forma que lo está haciendo para exigir justicia, aclaración de hechos y castigo para las mentes y manos criminales que se esconden detrás de la violencia que hoy entristece a numerosísimas familias. Desde los 4 puntos cardinales se levanta el clamor de un pueblo que permanecía mudo e insensible ante las tragedias. Lamentablemente, muchísimos vándalos y agitadores han provocado que el clima de violencia haya llegado a los extremos ya conocidos, hechos que la sociedad repudia.
Los obispos de México en un mensaje dirigido al pueblo mexicano el 12 de noviembre pasado señalaban: “en medio de esta crisis vemos con esperanza el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades. Creemos que es necesario pasar de las protestas a las propuestas. Que nadie esté como buitre esperando los despojos del país para quedar satisfecho. La vía pacífica, que privilegia el diálogo y los acuerdos transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura la participación de todos para edificar un país para todos”.
Seamos constructores de paz
El 30 de septiembre de 2013, comentando el texto bíblico de Zacarías 8,4, el papa Francisco decía: “La señal de la presencia de Dios es ésta, así dice el Señor: ‘Aún se sentarán viejos y viejas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por ser muchos sus días; las plazas de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas en sus plazas jugando’. Juego nos hace pensar en alegría: es la alegría del Señor. Y estos ancianos, sentados con el bastón en la mano, tranquilos, nos hacen pensar en la paz. Paz y alegría: ¡éste es el aire de la Iglesia!” ¡Que falta nos hace esa paz en los tiempos actuales! Para muchos, se ha vuelto un sueño inalcanzable. Pero para quien tiene fe esa paz y esa alegría es un punto de llegada que requiere que demos los pasos necesarios para hacerla realidad. Hay que orar, es cierto, pero también hay que educar para la paz en la familia, la escuela, en el ámbito de la pastoral parroquial, a través del deporte…y es fundamental en esta tarea insistir en el respeto a la persona, a las leyes es, a la vida, a las instituciones, que no es otra cosa que el respeto a Dios y a sus mandamientos.
Consolidemos la paz.
El año que se aproxima, es una gran oportunidad que tenemos para consolidar la paz a través de un proceso electoral ejemplar con la participación de todos. La calidad de las campañas, la aceptación serena, humilde y respetuosa de los resultados, contribuirá a que sigamos disfrutando de un clima de paz indispensable para el desarrollo, el progreso, la productividad. Los conflictos antes, durante y después del proceso electoral, debilitan el tejido social y abren las puertas a situaciones de violencia, enfrentamientos y resentimientos que deteriorarán la calidad de vida que hasta hoy hemos disfrutado y esperemos que sea por mucho tiempo si es que sabemos mantener la cordura, Educamos para la paz, el respeto, la tolerancia, la honestidad y un amor muy grande a México y a sus instituciones.
Para finalizar, recordemos las palabras siempre certeras y oportunas de San Juan Pablo II para este inicio de año: “los invito a cada uno a comprometerse cada día en el seguimiento de Cristo para rechazar la violencia, que es un camino sin futuro, y para construir una paz duradera fundada en la justicia y el respeto de las personas”