. (grillo porteño)
MÉRIDA.- Los plaguicidas que se utilizan en el campo yucateco han contaminado los cenotes de nuestro estado, lo que ha incrementado el número de mujeres con cáncer que por sus condiciones socioeconómicas consumen agua contaminada del subsuelo, afirmó el Dr. Ángel Polanco Rodríguez, investigador del área Biomédica del Centro de Investigaciones Regionales “Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán.
“Hicimos un estudio en el anillo de cenotes de la entidad, y descubrimos que los plaguicidas organoclorados que utilizan los campesinos han contaminado el vital líquido de los ríos subterráneos del estado”, indicó.
“Debido a la pobreza y alta marginación, el 30 % de la población rural sigue consumiendo agua de los cenotes y de los pozos (sin clorar), lo que a largo plazo ha originado cáncer cervicouterino a mujeres, según estudios del CIR Biomédicas de la Uady”, reveló el investigador.
Explicó que así como tenemos la mayor reserva de agua dulce en el país, también tenemos la problemática que es altamente vulnerable a la contaminación, por la práctica de la ganadería y la agricultura con plaguicidas que están prohibidos pero que en países de tercer mundo se siguen usando.
Polanco Rodríguez reconoció que el agua de los cenotes está altamente contaminada, pues ha rebasado las normas oficiales mexicanas que marcan un límite de contaminantes.
El experto fue enfático al declarar que los plaguicidas que se emplean en el campo yucateco son cancerígenos, pues contienen lo que se conoce como disruptores endocrinos, que son sustancias que entran al organismo y causan muchos cambios en el sistema hormonal, y hasta pueden formar tumores.
El investigador de la UADY reveló que estudiaron los 18 municipios yucatecos con mayor incidencia de cáncer; el equipo multidisciplinario de especialistas descubrió que existe una relación directa entre la alta prevalencia de cáncer cercivouterino en Yucatán, con los elevados niveles contaminantes de plaguicidas organoclorados que se encontraron en los acuíferos.
Para llegar a esta conclusión se hicieron estudios de sangre y leche materna a las yucatecas enfermas con este mal en las localidades afectadas y se relacionó con el agua que ingieren, misma que proviene del subsuelo y que no acostumbran clorar ni hervir.