Docentes del colegio Rogers participan en esta carrera en honor a la Virgen de Guadalupe. (grillo porteño)
Docentes del colegio Rogers participan en esta carrera en honor a la Virgen de Guadalupe. (grillo porteño)

MÉRIDA.- Leticia no está muy bien de salud, el dolor de piernas que le aqueja lo hace a un lado para mostrar su devoción por la Virgen de Guadalupe: corre de Mérida a Progreso y viceversa acompañada de sus compañeros del Colegio Rogers Halls, quienes cada año organizan la Carrera Antorchista.
–El personal de Mantenimiento empezó la tradición, pero antes la Carrera Antorchista era de Mérida a Umán –explica tomando aliento, antes de continuar.
Los rostros de Lety y los otros antorchistas muestran cansancio, pero los ojos lucen con brillo, con esperanza, con fe igual que hace tres años cuando iniciaron el evento al que se sumó personal administrativo del plantel.
–La devoción a la Guadalupana hace que olvides todo dolor, toda pena, todo pecado, por eso miles de antorchistas llegan a distintos puntos de Yucatán y de México –explica uno de los capellanes que reciben a los corredores que llegan al Santuario Guadalupano, ubicado en San Cristóbal.
Los rostros perlados en sudor y algunos sucios por la larga travesía también lucen orgullosos y en el pecho llevan leyendas, imágenes o frases alusivas a la Reina del Tepeyac.
–Desde el primero de diciembre hasta el 12, todo México festeja a la Guadalupana con novenas, oraciones y cánticos, pero la verdadera muestra de fe es emular a San Juan Diego Cuauhtlatoatzín que en 1531 corrió del Cerro del Tepeyac hasta el Convento Franciscano para mostrarle al Obispo Juan de Zumárraga el ayate con las flores que le dio la Virgen. Al desplegar el ayate, el Obispo vio la imagen de la Guadalupana y desde entonces surgió la devoción –dice y señala a un grupo que llegó en bicicleta con adornos alusivos.
Para el sacerdote, los antorchistas son una muestra viviente de la fe que San Juan Diego sentía por la Reina del Tepeyac.- Martha López Huan