Ciudad del Vaticano, 8 mayo 2014 (VIS).- El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, celebró esta mañana la santa misa en el Santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya (Italia) meta de la devoción mariana, en el que cada 8 de mayo miles de fieles participan en la “Súplica a la Virgen”, una oración compuesta en 1883 por el beato Bartolo Longo, fundador de ese santuario que han visitado San Juan Pablo II, en 1979 y en 2003, y Benedicto XVI, en 2008.

“Estamos en un lugar donde la caridad ha puesto su tienda – dijo el cardenal en su homilía- y se ha instalado como elemento constitutivo de una historia de fe que sigue mirando hacia adelante empujada por la fuerza poderosa y humilde de su origen: aquí la oración, la corona del Rosario, de la que se hizo apóstol el fundador Bartolo Longo, ha calado en una realidad que hablaba de otras cosas. Hablaba de miseria y de abandono, de injusticia y abusos. El hombre era pisoteado en su dignidad y los pobres, los últimos de la fila, casi ni se consideraban”.

La caridad “ha abierto las puertas, más aún lo ha hecho de par en par, a la esperanza, dando vida a una nueva era. Ningún problema, ningún temor, por muy fuerte y motivados que sean, pueden ahuyentar una esperanza que se manifiesta, precisamente en este lugar, como algo concreto, hecha de obras que hablan el lenguaje de una caridad que transforma, construye y hace nuevas todas las cosas. Esto sigue siendo verdad aunque lo que hoy vivimos no nos ahorra ni dificultades, ni angustias, como la amenaza de una violencia siempre al acecho o las escasas e inciertas perspectivas de trabajo para nuestros jóvenes a los que, no sólo la crisis económica de estos tiempos, sino también retrasos de antigua fecha y de estructura, hacen difícil mirar al futuro con serenidad y confianza”.

El cardenal destacó tres conceptos importantes que nos pueden ayudar a entender lo que el Señor quiere decirnos cada día. En primer lugar, profesar nuestra fe.

El prelado recordó la figura de Pedro, “arrastrado por Jesús en una aventura más grande que él”, con sus temores y su frágil humanidad, pero que con la ayuda del Señor que manda el Espíritu Santo a los apóstoles reunidos en el Cenáculo, adquiere la gracia y la fuerza para anunciar el Reino de Dios. Y allí también estaba María, “humilde sierva del Señor y madre de nuestra fe. Todos nosotros estamos bautizados y hemos recibido, en la Confirmación, el don del Espíritu Santo -dijo-. Hagamos crecer este don. Profesemos nuestra fe como san Pedro. Aunque nos cueste como le pasó a él”.

El segundo concepto es poner en práctica nuestra fe, es decir, amar al prójimo. “Exactamente éste es el corazón de nuestra fe. Es la revolución que trajo Jesús. El amor mutuo es el mandamiento que él dio a los suyos, antes de morir, definiéndolo suyo y nuevo. Y por lo tanto, la esencia misma de su enseñanza”.

Asimismo, el cardenal explicó que la “nueva Pompeya” no se llama así para indicar la gran distancia entre las épocas que la separan de la antigua Pompeya, ciudad de los esclavos, sino que se refiere al territorio del valle desolado que encontró Bartolo Longo, punto de partida para un “nuevo comienzo”. Para ello -continuó- el fundador se dio cuenta de que era necesario poner en práctica la fe… de esta manera el rezo del Rosario se convirtió en el pilar central del Santuario “casa común de la fe y de la esperanza de un pueblo nuevo”.

Ser luz para el mundo (misión), es el último concepto que el Secretario de Estado mencionó, destacando que tal y como nos pide el Papa Francisco “debemos llevar al mundo esta luz, esta verdad, ser testigos y anunciarla a todos con alegría”.

El cardenal invitó a mirar a María “que acogió el don que Dios le dio y lo trajo al mundo. En el Magnificat, profesó su fe viviendo al mismo tiempo el amor concreto por los demás. Siguió a Jesús hasta el final, bajo la cruz, siendo en su Stabat, testimonio vivo de la luz de la fe, y todavía hoy se da a sus hijos. ‘Confiémosle todas nuestras preocupaciones, nuestras ansiedades, nuestras necesidades -dijo-. Recemos por la Iglesia y el Papa, por el mundo entero y la paz”. Y finalizó pidiendo que “el Niño que vemos en el regazo de María y la corona mística que vemos en su mano nos inspiren la confianza de que seremos escuchados”.