MÉRIDA.- La ambición y el cinismo se juntaron con el querer ganar dinero fácil y dieron como resultado un tipo defraudado con 230 mil pesos por María Elena Chávez Blanco y Eva Edne Villalobos Chávez, quienes le ofrecieron venderle casas a 46 mil pesos y él pidió cinco, porque pensaba venderlas en 200 mil cada una.
Las ahora detenidas le ofrecieron en venta a Santiago González Reyes cinco casas en el fraccionamiento San José Tzal, baratas porque eran obtenidas en remates bancarios, con la única condición de que el pago sea por adelantado y cuatro meses después se realizaría la escrituración.
En septiembre de 2012, el querellante se reunió con las ahora detenidas, quienes le hicieron la oferta de las casas. A principios de octubre de 2012 se reunieron nuevamente y le ofrecieron en venta cuatro casas con los números marcados 237, 238, 240 y 243 de la calle 161-B del fraccionamiento “San José Tzal”.
Días después, el denunciante acudió en compañía de un amigo a ver físicamente los predios y al llegar al marcado con el número 237, del interior salió Villalobos Chávez, quien le mostró la estructura de casa y le dijo que los otros tres restantes constaban de lo mismo y únicamente se los mostró por fuera.
El 26 de ese mes, el afectado le entregó a María Elena un cheque por la cantidad de 92 mil pesos y a Eva Edne, otro por la misma cantidad, ya que supuestamente una persona no podía adjudicarse más de dos predios en los remates que se realizaban.
A mediados de noviembre, Chávez Blanco ofreció en venta un nuevo predio, marcado con el número 244 de la calle 261-B entre 44 y 46 del mismo fraccionamiento, al mismo costo que los anteriores. Luego de ir a verlo físicamente, el denunciante decidió adquirirlo y le entregó un nuevo cheque por la cantidad de 46 mil pesos, acordando que en marzo le avisaría para firmar las escrituras a su favor.
Luego de vencerse el plazo de los cuatro meses del pago por los cinco predios, que ascendió a 230 mil pesos, el afectado se comunicó con las indiciadas, pero sólo recibió evasivas, hasta que terminaron confesándole que el dinero lo había usado en su provecho y no se lo podían devolver.